Capítulo 115 "La historia de Aarón y Abril"

337 17 10
                                    

Seguimos calle abajo sin disminuir el ritmo. Aarón medía más o menos un metro ochenta y tenía sus buenas horas de gimnasio encima. Yo, mucho más chaparra y menos atlética, además de sufrir las agujetas más atroces de mi vida por culpa de la Caníbal, no pude seguirle el ritmo por mucho tiempo. Así que al final, con la lengua casi arrastrando, le pedí que nos detuviéramos. Pareció haber recordado que yo seguía allí cuando escuchó mi voz. Me soltó de repente, como si mi contacto quemara, y se alejó unos pasos. Miré mi brazo y noté como su mano había quedado marcada en él. Decidí dejar que se tomara un respiro, así que no dije nada. Me limité a esperar a que él recuperara el control.

Nos encontrábamos a las puertas de lo que, en otro tiempo, debió de haber sido un cine. Ahora de aquello solo quedaba un maltratado recuerdo, como todo lo que había en Kessel, para ser sinceros. Tomé aire profundamente y me abracé los brazos desnudos, en un gesto de protección más que de frío. Desvié la mirada hacia Aarón, porque no podía seguir fingiendo que no pasaba nada. Él estaba allí, pasándose las manos por la cabeza repetidamente, como si no pudiera creer lo que estaba pasando. Y jamás hubiera imaginado llegar a verlo tan confundido, perdido más bien.

- ¿Estás bien? - pregunté estúpidamente. Era obvio que no estaba bien.

- No – admitió, bajando los brazos. Me acerqué a él, porque no podía verlo así, tenía que consolarlo de alguna forma, pero cuando alcé una mano, se alejó rápidamente -. No – repitió, ahora más firme.

- ¿Qué pasa? - no pude ocultar mi sorpresa. ¿De cuando acá me rechazaba, a mi?

- Buscaré a Derrick para que te lleve a casa – ok, esa no era la respuesta que estaba buscando.

- ¿Te quedas?

- No, pero es mejor que no nos vean salir juntos de aquí.

- Cuando dices "no nos vean" en realidad estás hablando de Abril, ¿no? - entendí. Asintió con la cabeza -. ¡Pues no se me da la gana! Esa vieja estuvo a punto de matarme el otro día en un carro, lo mínimo que merezco es que alguien me explique porqué.

- Supongo que tienes razón, es una tontería tratar de apartarte de mi ahora, cuando Abril ya está de uñas contigo.

Pobrecito, se veía tan derrotado. ¿Cuánto tiempo llevaría sufriendo por Abril en silencio? Supongo que más de lo que cualquiera de nosotros había sufrido por amor nunca. Aarón, precisamente, el más mujeriego del mundo, era ahora una especie de héroe trágico. Irónico, ¿no?

- Lo siento – murmuré un segundo antes de abrazarle. Apoyé la barbilla en su hombro mientras trataba de rodearle con los brazos.

- Te gusta tentar a la suerte ¿eh? - rió, desanimado.

- Ya lo sabes... ¿qué hacías en Kessel Aarón? - pregunté, separándome para verlo a los ojos. Ni siquiera rehuyó mi mirada para tratar de zafarse.

- Te lo explicaré todo, pero no aquí.

- Está bien. Pero quiero la verdad, no la versión para niños – le previne. No quería que me hiciera lo mismo que Poncho, que me tratara como si tuviera ocho años.

- ¿Qué crees que voy contarte? - bromeó, esbozando una ligera sonrisa.

- Muy chistoso – rezongué. Era bueno que al menos, todavía pudiera hacerlo sonreír.

***

Poco después estábamos en su casa. Y después decía que era yo quien tentaba a la suerte. Don Gabino y su esposa no estaban en la casa, y Aarón no tenía hermanos, al menos no en el pueblo, puesto que su hermano Andrés estaba en el DF, así que estábamos solos. Con cualquier otro me habría puesto algo nerviosa, pero Aarón era completamente inofensivo. Subí las escaleras que conducían a la pequeña buhardilla en la que él dormía desde que tenía dieciséis años y había decidido que quería más intimidad. Cuando decía más intimidad era que no se escuchaban tanto los muelles de la cama en la habitación de sus papás.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora