Capítulo 140 "Ser o no ser ... feliz. He ahí la cuestión"

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Dulce


Noté que cada vez me costaba un poco más mantener los ojos abiertos, y es que estaba bien entrada la madrugada, o eso me suponía, pues tenía cosas mucho más interesantes que hacer que preocuparme de detalles insignificantes como la hora, o mis necesidades de dormir. Me acurruqué contra Poncho, quien estaba tumbado a mi lado, sintiendo tantas emociones como podían caber en un cuerpo tan pequeño. Me alegraba haber hecho lo que sentía por una vez, haber sido capaz de dejarme llevar, por muy doloroso que pudiera ser en un futuro cercano. Por lo menos me había recordado que la felicidad, al menos momentánea, si existía. Cerré los ojos, feliz, si feliz, palabra que no había podido formar en más tiempo del que me hubiera gustado, escuchando los latidos de su corazón, tan desaforado como el mío propio. Suspiré, inmersa en un estado de duermevela, aunque muy consciente de sus brazos alrededor de mi cuerpo. Y no recordaba que nunca hubiera sido tan consciente del contacto con otra persona, incluso a través de la ropa, como si su piel hubiera quedado grabada a fuego contra la mía.

- ¿Estás dormida? - preguntó con un susurro. Negué con la cabeza, pero sin abrir los ojos. Escuché su ligera carcajada -, pero casi.

- No es cierto, es algo así como el modo Suspensión de las computadoras, es para ahorrar energía – repliqué, abriendo los ojos con gran esfuerzo.

- ¿En serio? - dijo con tono burlón.

- Pues si, basta con apretar un botón y vuelvo a funcionar – asentí con cierta malicia.

- Ok ... entonces tendremos que buscarlo – decidió, con fingido desinterés, pero no era tan bueno como yo en eso, su cuerpo se estremeció y su voz temblaba con anticipación. No era nada bueno fingiendo interés.

Ni siquiera fui consciente de que me había dado la vuelta, pero allí estaba, a la más mínima incitación mi boca ya estaba buscando la suya y mis manos paseaban curiosas por cualquier parte de su cuerpo que estuviera a mi alcance ... salvando ciertas excepciones, claro está, tampoco quería empezar algo que no iba a acabar. Y no recordaba haber sentido nunca tanta atracción por alguien, esa clase de magnetismo que era casi imposible de resistir.

Volvió a besarme. Nunca me había parecido de esos chavos que llevan la iniciativa, es más, siempre lo había imaginado bastante cohibido en estos temas, pero una vez decidía aventarse, se transformaba. Digamos que mis pompas estaban más que controladas. Era increíble lo tierno que era y sin embargo cuando te besaba, parecía como si quisiera robarte hasta el último aliento. Finalmente, cuando la cabeza empezó a darme vueltas y supuse que era por la falta de oxígeno, encontré la voluntad para separarme ligeramente de él, aunque nuestros labios seguían rozándose y su brazo seguía enroscado en mi cintura.

- Creo que lo hemos encontrado – jadeó. Cabeceé torpemente, a modo de asentimiento.

Como él no debía de estar muy cómodo conmigo encima, por mucho que yo no fuera un gorila precisamente, y por mucho que este comentario pudiera dar lugar a una contestación bastante pervertida, me eché hacia atrás hasta quedar sentada sobre mis rodillas y me sacudí el pelo. Misión imposible librarlo de la arena. Él también se sentó, de forma que quedé entre sus piernas. Y supe que los dos estábamos pensando en lo mismo, aunque también ambos éramos renuentes a pronunciarlo en voz alta. Finalmente, él, como el mayor y el responsable, lo materializó.

- Creo ... que tenemos que volver al mundo real – dijo con pesar. Fingí un puchero.

- El mundo real es una m.ie..r.d.a – manifesté con rotundidad. Sonrió, apartando de mi cara los mechones que movía el aire.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora