Capítulo 84 "Lindo hogar lleno de amor"

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Llegué a mi casa poco tiempo después. Realmente era rápida cuando necesitaba serlo, bueno era saberlo. Sin hacer ruido, pues sé de buena tinta que lo que uno menos necesita cuando tiene cruda son puertas golpeándose, entré. Poco me faltó para besar el piso como el Papa. Era una de las peores mañanas que recordaba en mucho tiempo. Justo cuando me dirigía al piso de arriba, para checar como estaba Loli, o por lo menos comprobar si seguía viva, escuché voces en el salón. Mi mamá y mi abuela pervertida. Por suerte esa noche no había encontrado ningún consolador perdido entre sus sábanas. Créanme, fue todo un alivio.

Desvié mi ruta de las escaleras al pequeño salón. A medida que me acercaba me di cuenta de que no era una amigable conversación madre – hija, si no más bien una discusión de las fuertes. Y entendí que no debía intervenir, si no quería que me salpicara el problema. Aun con todo, me quedé a un paso de donde el salón comunicaba con el pasillo, para enterarme del chisme. Era una buena posición, allí no podrían verme y así yo sabría porque se peleando de esa manera. No gritaban, pero por sus tonos se oían realmente enojadas. Al menos mi mamá, mi abuela usaba ese tono suyo tan sosegado que irritaba a uno más que un grito.

Eché un vistazo rápido, aunque no había peligro real, ambas estaban tan absortas que si me hubiera aparecido medio encuerada bailando una samba, no se habrían inmutado. Mi mamá estaba de pie, agitando su corta melena oscura y con las manos en las caderas, mientras que mi abuela estaba plácidamente sentada en el sofá, con las piernas cruzadas, las manos entrelazadas sobre las rodillas y rostro relajado.

- Ahora que ya has hecho el papel de abuela modelo, creo que es hora de que te vayas – le sugirió mi mamá, nada amigable.

¡Órale! Estaba acostumbrada a su mala relación, pero eso era pasarse.

- No sé de quien has sacado ese carácter tan poco hospitalario hija – respondió mi abuela con fingida sorpresa. Ya sabía a quien había salido, ella también era buena sacando a la gente de sus casillas.

- ¡No estoy para chistecitos mamá!

- No era un chiste, era una observación imparcial, que no es lo mismo – puntualizó inocentemente. Me mordí un labio para no reírme al ver la cara de mi mamá. Luego me eché hacia atrás y apoyé la espalda contra la pared, para que no me descubrieran.

- ¡Como sea, quiero que empaques tus cosas y te vayas de esta casa ya! - rugió mi mamá.

Se me abrió la boca de golpe por la indignación y la sorpresa, todo mezclado. ¿La estaba corriendo? ¿A su madre? ¿Estaba loca, la menopausia le estaba dando por adelantado o qué le pasaba?

- ¿Te pongo nerviosa o qué? - replicó mi abuela.

- No hagas preguntas estúpidas – dijo mi mamá intentando parecer desinteresada, pero si se oía nerviosa.

- Déjame adivinar... seguimos con lo mismo de siempre, tienes miedo de que le cuente a Dul – dedujo mi abuela, para mi estupefacción. ¿De que me contara qué?

- Shhhh – le chistó mi madre, ahora sí, muy nerviosa -. ¡Cállate! Podría regresar en cualquier momento.

- No te apures m'hija, hoy tiene que trabajar hasta la una. Pero claro, como podrías saberlo, si vienes a la casa para dormir y eso no siempre... - dejó caer la indirecta.

- ¡No te voy a permitir que me faltes al respeto en mi casa, por muy madre mía que seas! - ahora si, mi mamá estaba gritando.

- Cariño, tengo casi sesenta años, a estas alturas me vale si me permites algo, o no – respondió mi abuela con cierta altanería -. Además no estoy diciendo nada que no sea verdad... o si no explícame ¿cómo está eso de que me torcí un tobillo?

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora