Capítulo 193 "El fin del mundo se acerca"

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Dulce

Mi primera reacción fue echar mi brazo a un lado para espantar a lo que fuera que me estaba molestando. Notaba algo duro hincado en mi mejilla derecha, así que di un manotazo para apartarlo. Por un momento, la presión cedió y solté un suspiro de alivio, luego, la molestia regresó. Frustrada, resoplé mientras alzaba mi mano de manera torpe para espantarlo, como si se tratara de una mosca, aunque desde luego no quería cruzarme con una mosca que tuviera semejante tamaño. Y la molestia no se iba. Refunfuñé. Estaba tan a gusto durmiendo... mi mente empezó a trabajar, aunque a bajo rendimiento. ¿No se suponía que yo debería estar haciendo algo? A parte de dormir, claro, que también era importante. Sentía que algo se me escapaba... en fin, si no me acordaba tampoco tenía que ser demasiado importante.

Conforme con mi razonamiento, me reacomodé hacia el lado contrario de dónde provenía lo que había decidido llamar "el pico", por lo que adiós molestia. Ronroneé, acurrucándome. Se estaba tan bien allí tumbada... pero algo en el fondo de mi mente seguía impidiéndome conciliar el sueño reparador que yo necesitaba. Además la luz del sol empezaba a ser demasiado fuerte, se filtraba a través de mis párpados como por una cortina mal echada...

Un momento, ¿sol?

De pronto todo vino a mi mente. La excursión, la maleta sin hacer, la habitación que parecía haber sobrevivido a un terremoto (o más bien no haber sobrevivido...) ¿me habría quedado dormida? Lo de que el sol me molestara en la cara, definitivamente, no era una buena señal.

Abrí los ojos como si acabara de regresar de entre los muertos de manera brusca, y la parte superior de mi cuerpo se irguió tan rápido como cayó de nuevo, cuando mi nariz impactó contra algo duro e imprevisto que no pude esquivar a tiempo. De hecho, seguramente era lo mismo que me había estado molestando durante mis últimos momentos de sueño... el inoportuno codo de Poncho.

Mientras gimoteaba con las manos sobre mi nariz y trataba de apartar la imagen mental de mi rostro con el tabique nasal completamente desviado, rebobiné acontecimientos. Seguramente nos habíamos quedado dormidos en medio de la sesión de magreo, y ahora yo había perdido el autobús, porque evidentemente se habrían ido sin mí, aunque esperaba que al menos hubieran hecho el amago de esperarme, así que me quedaría en casa, pateando todo lo que encontrara a mi alcance, mientras ellos disfrutaban cual sirenitas en el agua de las albercas... y no tuve tiempo a pensar más porque la cabeza de Poncho se alzó sobre la mía, tapándome la hiriente luz del sol (aunque su codo tampoco se quedaba atrás en cuanto a lo de hiriente).

- Dul, ¿estás bien? – preguntó, preocupado.

- Si lo normal es tener la nariz incrustada en el cerebro, sí, estoy bien – bufé con voz nasal. Mis manos todavía apretaban mi nariz mientras me sentaba lentamente.

- Lo siento, me estaba estirando y...

- Lo que me faltaba – me quejé, separando una de mis manos de mi cara para poder mirarme la palma. Sí, por si la cosa no podía ponerse peor, ahora me sangraba la nariz. ¡Menudo día! -. ¿Qué hora es? – quise saber, echando la cabeza hacia atrás.

- Pues no quisiera parecer resabido, pero es mejor que eches la cabeza hacia delante o te tragarás la sangre – lo fulminé con la mirada, pero obedecí -. Y son las nueve.

- ¿Las nueve? – repetí, sintiendo como la esperanza surgía de nuevo. ¡Todavía podría ir a la excursión!

- Sí, estás a...

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora