Capítulo 184 "Todo tiene un lado bueno".

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Poncho


Estaba por agotar mi última posibilidad, sin embargo estaba plenamente convencido de que esta vez no me equivocaba. O quizás lo deseaba tanto que no cabía en mi mente otra posibilidad, porque si no estaba allí no sabía donde buscarla, y eso significaría que estaba perdida, y la última vez que estuvo perdida había aparecido en el hospital ... y ni siquiera podía pensar en repetir esa experiencia de nuevo.

Me bajé de la moto, arrepintiéndome de inmediato de haber apagado las luces. La noche ya había caído y aquel lugar era bastante traicionero, y cuando digo esto, quiero decir que era bastante fácil tropezarse en una piedra y romperse la nariz. Por suerte, no había una mísera nube en el cielo, lo cual facilitaba que la luz de la luna se filtrara a través de los espesos árboles ... y aunque era una luz un tanto fantasmagórica, era mejor que nada. Recorrí el trecho que me separaba de la orilla del río, donde estaba seguro de que se encontraba.

Había sido una corazonada. Después de haberme reunido con Maite en el Tequila y escuchar a grandes rasgos lo que había pasado, me había acompañado a buscar a Dul. Supongo que una parte de ella tenía miedo de que me colara en casa de Ramona para dejarla morada a golpes, y no podía culparla, porque a pesar de estar totalmente en contra de la violencia contra las mujeres, en ese caso no habría podido detenerme. Era enfermiza su obsesión de herir a Dulce, no entendía el porqué de su odio, ¿porque era mejor que ella en todos y cada uno de los aspectos en los que pudieran compararse? La envidia era la única explicación que se me ocurría, y me pareció repulsivo que hiciera todas esas cosas impulsada por algo tan bajo.

Supe que había acertado cuando distinguí justo al lado del pequeño riachuelo a una figura menuda, aparentemente sentada con la cabeza gacha. Supuse que hiciera lo que hiciera no repararía en mi presencia, cuando entraba en estos trances era difícil que reconectara ... así que avancé el trecho que nos separaba y me senté a su lado, intentando no hacer movimientos bruscos.

Estaba sentada con las piernas dobladas y los brazos rodeando las rodillas, apoyando la barbilla en el hueco que quedaba entre ellas. Tenía el vestido manchado de tierra, y cuando al fin se dio cuenta de mi presencia y volteó a verme, tenía rastros de lágrimas marcados a ambos lados de la nariz, como si se las hubiera secado con las manos sucias. Me recordó a una niña pequeña que se hubiera caído jugando en el parque ... y a pesar de que últimamente parecía sacar mi lado más salvaje, en ese momento solo me inspiraba una terrible ternura. Y rabia. Porque no era justo que todo le pasara a ella, como si tuviera un mal de ojo permanente.

- Asumo que ya te has enterado – empezó ella. Tenía la voz ronca, como si no la hubiera usado en horas, pero no había mal humor en su voz, ni rabia, ni siquiera impotencia ... cansancio. Era lo único que parecía sentir.

- Maite me contó – asentí, encogiendo las piernas hasta adquirir una postura parecida a la suya, a pesar de que mi flexibilidad era notoriamente inferior.

- ¿Qué parte, en la que Ramona me j.o.d.e la vida o cuando viene a restregármelo? - replicó con amargura. A pesar de mis deseos de rodearla con mis brazos y consolarla, algo me decía que no era el momento indicado. Una muestra de lástima por mi parte solo avivaría el fuego y activaría su orgullo a niveles desorbitados.

- Las dos. Dul, entiendo que estés molesta pero ... esto no es el fin de nada, lo sabes, ¿verdad? Quiero decir ... era una oportunidad muy buena, pero solo una de tantas que vas a tener – terminé con tono calmado y sobre todo práctico. Nada de condescendencia.

Me miró reflexivamente durante unos segundos. Esperaba que no se estuviera debatiendo entre agredirme o no. Aunque si así fue, finalmente ganó el no.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora