Capítulo 116 "Batalla perdida"

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Cuando estacionamos frente a mi casa, había pasado de estado de estupefacción a estado de incredulidad, lo cual era una mejora notable. Aarón no había querido dar mucha más información después de su "metida de pata" y habíamos pasado el camino prácticamente en silencio.

- Gracias por decirle a Poncho que no me esperase. No tengo ganas de verlo – admití, mirando al frente. Estábamos a oscuras, lo cual facilitaba disimular mi cara desencajada. Wow, Derrick y yo... wow.

- Lo supuse. No creí que me hiciera caso, pero al parecer está aprendiendo del maestro – se rió, recostándose sobre su asiento.

- ¿Puedo pedirte algo?

- Claro.

- Sé que tienes miedo de que yo ... es decir, que mi genio explote, se me mueva la hormona y acabe perdida como Abril. No lo haré. A cambio te pido que no me acorrales.

Noté como volvía la cabeza hacia mi, pero yo no moví mi cuello ni un milímetro.

- ¿Qué quieres decir?

- No fuerces las cosas. Tienes demasiada barba para jugar a ser Cupido – traté de darle un tono ligero, pero a la vez quería que quedase claro que no podía intervenir.

- ¿Por?

- Tú solo hazme caso. No saldría bien. Terminaría haciéndole daño – bueno, de todas formas su orgullo masculino saldría herido.

- Pero...

- ¿Puedo confiar en ti o no? - lo interrumpí, abriendo la puerta. Ahí si lo miré.

- Está bien – asintió, derrotado -. Pero lo que tenga que pasar, pasará, por mucho que yo me mantenga al margen.

<<No si yo puedo evitarlo>>, pensé. En cambio no dije nada, solo lo miré con cara de circunstancias.

- Hasta mañana y gracias por el aventón – me despedí, cerrando la puerta. Lo vi decir adiós con la mano antes de arrancar. Que lindo.

Con paso veloz, me metí en la casa. Allí estaría a salvo. Poncho era muy capaz de estar como el señor aquel de "La ventana indiscreta" y salir corriendo nada más me viera bajar del carro. Cerré con llave y me dispuse a acostarme. Había sido un día pesado. Reconciliación con Giovanni, pelea con el vecino, visita a Kessel, la historia de Aarón... pobrecito, todavía se me encogía el corazón al pensar en lo que había sufrido. Y lo que debía sentir ahora, al verla así... ¿la seguiría queriendo? Había dicho que no veía a Abril como la chava de la que se había enamorado, pero a lo mejor se engañaba a si mismo. ¿O habría encontrado sustituta? Decía que yo era parecida a Abril, ¿se habría fijado en mi como una forma de reemplazarla? Ahí fue cuando lo dejé, tanta pensadera acabaría con mi pobre cerebro.

De hecho, quería descansar a mi pobre cerebro cuando Alma me llamó desde la cocina. No me había pasado desapercibida la luz prendida, pero pensaba hacer como si nada. Sin embargo, me dio curiosidad saber qué quería, así que fui. A lo mejor y se iba del pueblo, lo que sería una noticia increíble. Aunque, para mi desgracia, no era eso.

- Si quieres que vaya pedir perdón por lo de la cena, agarra la silla y siéntate porque te cansarás esperando – la previne, apoyándome en la puerta.

- No. Quiero que veas esto – y señaló con la cabeza un papel que había sobre la mesa.

Con cierta cautela me acerqué a la misma mesa en la que ella se apoyaba. Sin dirigirle ni una mirada, bajé la vista hasta ese papel. Números. Bien, como si no supiera ella de sobra mi problema con las matemáticas. O a lo mejor no lo sabía, si no me hacía ni caso. Como fuera, lo agarré y traté de descifrarlo. Parecía el estado de una cuenta bancaria con movimientos y eso, pero la cantidad reflejada era bastante surrealista para ser nuestra.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora