Capítulo 97 "El doctor House"

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Cuando me desperté, muchas horas más tarde, no supe bien que fue lo que provocó tal cosa. Pudo ser la luz del día que se filtraba a través de la ventana, el ligero pero constante dolor que se filtraba a mi cerebro por cada nervio de mi cuerpo o la incómoda sensación de ser observada. Seguramente una explosiva combinación de las tres cosas.

Explicaré lo más extraño. Si, frente a mi había un hombre aparentemente joven, de entre treinta y treinta y cinco años, aunque no podía apreciarlo con claridad, pues su rostro estaba parcialmente cubierto por una barba rojiza, del mismo tono que su cabello, algo largo. Tenía los ojos azul oscuro y chispeaban una alegría que, seguramente, en otro momento, habría sido contagiosa. Me observaba sentado en una pequeña silla de madera, con expresión risueña y algo burlona. Mi primer impulso, como el de cualquier persona normal, fue tratar de apartarme de ese extraño. Retiré las cobijas bruscamente y me apoyé sobre una mano para echarme hacia atrás, instante en el que un dolor penetrante hizo que me cayera de bruces sobre la cama de nuevo. Miré hacia donde me encontraba tendida, desesperada. Ok, estaba en una cama, en una habitación con un hombre que no conocía de nada. ¿Qué demonios había hecho esa noche?

- Tranquila, para desgracia de ambos, no nos hemos acostado – habló el extraño. Lo miré con cautela, y sonrió.

Parecía amable, pero sabía por experiencia que uno no puede fiarse de las apariencias.

- ¿Dónde estoy? - pregunté sin miramientos, con una voz tan ronca que no parecía mía. Era más como la de un señor de setenta años fumador empedernido.

- Bueno, puedes descartar Cancún... Acapulco... Miami... - bromeó el extraño. Lo fulminé con la mirada -. Ok, veo que no estás de humor. Derrick te trajo anoche, sufriste un accidente, ¿lo recuerdas?

Ah, si, pensándolo bien aquel hombre tenía una voz muy parecida a la de Derrick. En el momento que lo mencionó, las espeluznantes imágenes de la noche anterior inundaron mi mente. La expresión de Abril, la velocidad a la que desaparecían los árboles ante nosotras, el árbol al que había esquivado, los puñetazos al cristal para salir... instintivamente bajé la vista a mis manos, ambas completamente vendadas. Se me dilataron los ojos de miedo.

- No te preocupes – se apresuró a decirme -, es menos de lo que parece, simplemente las vendé para prevenir infecciones. Tenías muchos cortes, pero la mayoría eran superficiales.

- ¿Quién eres? - corté su rollo médico.

- Ah, doctor House, encantado – se presentó con una sonrisa amable, tendiéndome la mano.

- ¿Me estás cotorreando? - se me escapó.

- Obviamente no es mi verdadero nombre, pero ese es un secreto de estado. Doc House es como me llaman todos por aquí – se encogió de hombros.

- Ajá. Yo soy Dulce – respondí, poniendo una de mis manos con pinta de manopla sobre la suya.

- Difícil de creer teniendo en cuenta como me miraste hace un momento – bromeó, estrechando mi mano.

- Esa fue buena – tuve que reconocer.

- Gracias – hizo una leve reverencia.

- Así que Derrick me trajo – murmuré, tratando de ordenar los fragmentos de historia de terror que llegaban a mi cabeza.

- Si, llegaron hacia las cuatro de la mañana o así – corroboró el tal doc House -. Tuve que sedarte, tenías un ataque de ansiedad, totalmente comprensible dadas las circunstancias.

- No lo recuerdo – admití, sentándome sobre la cama y abrazándome las piernas. Observé el lamentable estado en el que se encontraban mis leggins, manchados de tierra y rotos por numerosos sitios, en especial las rodillas.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora