Capítulo 113 "Una simple mesera"

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Dulce


Removí las papas que había en mi plato, que eran exactamente las mismas que cuando Elena las había echado. Tenía el estómago tan cerrado que el mero pensamiento de intentar comer algo me daba náuseas. Pero supuse que hacer el esfuerzo de quedarme a aquella maldita cena era suficiente, no creí que Elena también fuera obligarme a comer.

Efectivamente, me había quedado. A pesar de mis tentativas de irme, mis planes de fuga habían sido frustrados. Y de qué manera. Todavía tenía la voz de Poncho en mi cabeza, reproduciendo una y otra vez la conversación, impidiéndome prestar atención a cualquier otra cosa. Giovanni había intentado contactar conmigo varias veces, pero estaba claro que no era la noche para socializar conmigo. Ojalá no hubiera ido esa noche a esa casa. Es más, ojalá nunca hubiera empezado el verano, que las cosas se hubieran quedado como estaban... por ejemplo en enero. Enero, un gran mes, en el que todo había estado tranquilo sin contar las clases, los ensayos de la obra, el trabajo en el Tequila... pero, aun con todo, tranquilo, que era lo que yo más añoraba. Tranquilidad.

Levanté la vista de mi plato durante un instante, suficiente para ver a Maite y Ximena platicar alegremente. Maite, quien ni siquiera había intentado dirigirme la palabra. Ximena, que no era novia de Poncho. Que bien sonaba eso... y que mal a la vez. Mal, porque de haber sido cierto, me habría obligado a alejarme. ¿Y ahora que excusa tenía eh? ¡Ninguna! O al menos ninguna que pudiera contarle. A no ser que yo tuviera algo con alguien... ¿Aarón? De ninguna manera, lo quería demasiado como para jugar así con él. ¿Edgar? Me mandaría por un tubo, y con razón. ¿Derrick? Jamás se prestaría a algo así, por mucho que hubiera avanzado nuestra relación. ¿Giovanni? Demasiado inverosímil, incluso más que lo de Derrick. Pero estaba claro que tenía que hacer algo.

Empezando porque tenía demasiados problemas en ese momento como para meterme en algo más. Estaba peleada con mi mejor amiga, y ahora extrañaba más que nunca sus consejos. Si Mai me hablara, podría contarle todo lo que estaba pasando y aconsejarme. Además, ella sabía lo de Óscar y me entendería mejor que nadie. Pero si esperaba que fuera arrastrándome hasta ella, podía seguir esperando, e incluso se cansaría de esperar. Lo de Annie también me dolía, quizás no fuéramos tan unidas como yo y Maite, pero si la extrañaba. Y estaba segura de que todo era culpa de la maldita Angelique que andaba malmetiendo.

Estaba totalmente distanciada de Alma y así pensaba seguir, a pesar de sentir su mirada clavada en mi durante toda la cena. Me sentía acosada. Me había engañado y habían dejado que mi propio padre se desentendiera de mi. Eso no podría perdonárselo nunca. Y bueno, eso incluía a mi abuela, aunque no estaba exactamente peleada con ella, era cómplice. Y también la extrañaba un chorro.

Entonces... ¿a quién podía acudir? Para hacer corta la cosa, a nadie. Tendría que apañármelas yo sola, como de costumbre. Suspiré disimuladamente. Lo que estaba claro era que Poncho sentía algo por mi fuera de lo fraternal y yo tenía que matar ese sentimiento antes de que llegara a más. No me parecía probable que se enamorara de mi, pero ¿qué tal que quería empezar una relación? No podía hacerlo. Por más que lo deseara no podía empezar algo que estaba segura que no podría llevar hasta el final. Removí otra papa. Y otras cosas me rondaban por la cabeza, ¿le habría contado Abril porqué me había ido con ella? ¿Por qué se había inventado que Ximena era su novia? ¿Por qué había besado a la pinche Angelique? Y la más importante ¿por qué no me habría quedado yo en mi casa tan ricamente, en lugar de estar en aquella tortura?

- ¿Y tú qué Dulce? - escuché la voz del papá de Poncho en algún lugar lejano. Me forcé a prestar atención, ya creía que era bastante tarada, no había que darle más motivos.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora