Capítulo 129 "El culebrón de las tres"

260 15 0
                                    

Maite


Como si de un sexto sentido se tratara, se me erizaron los pelos unos segundos antes de que Dulce apareciera en mi campo de visión. Llevaba colgada de un hombro su vieja mochila de natación, deporte que había dejado cuando le habían ofrecido competir de forma seria. Dulce siempre dejaba las cosas cuando se ponían demasiado serias. Parecía cansada y preocupada por la forma en que fruncía el ceño. Quise pensar que yo era una de sus preocupaciones, aunque no lo merecía. Estaba por levantarme del pequeño peldaño que había para acceder a su casa y donde me había aposentado minutos después de recibir la inesperada llamada de Andrea, cuando Dul me interceptó. De su cara desapareció la preocupación y vino la sorpresa, luego otra vez la preocupación y finalmente recelo. Toneladas de recelo.

- ¿Qué...? - empezó a preguntar. Ahí si me levanté.

- ¿... hago aquí? - completé, sacudiéndome ligeramente los jeans. Asintió, sin dejar de observarme con cautela -, quería hablar contigo.

- El buzón de reclamaciones no funciona todavía – me informó con desdén. Fruncí los labios. Me lo merecía.

- No me hagas esto más difícil Dul – suspiré. Ladeó de manera casi imperceptible la cabeza -. Andrea me dijo que teníamos que hablar y estoy completamente de acuerdo con ella.

- Mi abuela tiene demasiadas hormonas en la cabeza, a veces no sabe lo que dice – dijo seriamente. Me daba no se qué verla tan seria.

- Esta vez al menos si lo sabía.

Me aparté mientras ella se situaba frente a la puerta.

- Yo no tengo nada que hablar contigo y, francamente, tampoco tengo ganas de escucharte – respondió a modo de despedida. Metía la llave en la cerradura cuando yo hice mi último intento a la desesperada.

- Sé que fui una cretina contigo, pero reconoce que tú tampoco me pusiste las cosas fáciles.

- Para llamar la atención tienes que ser un poco difícil. Primera lección de como zorrear, según tú soy toda una experta – me espetó, abriendo la puerta.

- Dije cosas que no debería, sobre todo porque no las siento, pero ...

- Estabas tan aburrida con tu novio perfecto, tu familia perfecta y tus amigos perfectos que necesitabas algo para distraerte. Lo entiendo Mai, ¿ok? Debe ser horrible que todo en tu vida esté bien – y no sonaba sarcástica, simplemente cansada.

- No, no lo está. Lo estropeé todo con mi mejor amiga y no sé como arreglarlo – admití, notando como las lágrimas llegaban a mis ojos. Pero necesitaría mucho más que eso para conmoverla.

- Cuéntaselo a alguien que le interese.

Y eso fue todo antes de que me cerrara la puerta prácticamente en la nariz.

***

Poncho


Me enderecé en el sofá, algo nervioso por la forma evidente en la que Angelique escaneaba todo. Y estaba claro lo que pensaba, aunque tuviera la amabilidad de no manifestarlo en alto. Estaba acostumbrada a otro nivel de vida, mi casa tenía que parecerle como una pequeña casita de muñecas comparada solo con una de las habitaciones de la suya. Con todo, no me dejé amedrentar. Pobres si, pero con dignidad.

- Es ... bonita – decidió al fin, rozando con esos delgadísimos dedos una foto de mi hermana a la tierna edad de cinco años, cuando aun no se pasaba horas hablando por teléfono sobre chavos.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora