Capítulo 50: "Novia de Mentira"

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PONCHO

- ¡PONCHO! - sentí la voz de Ximena lejana, como si estuviera hablándome desde una distancia considerable. Sorprendido, volteé. Así era, estaba gritándome como a diez metros de distancia.

Negó con la cabeza y echó una carrera para alcanzarme. Resoplé y me pasé las manos por la cabeza. Alejarme de Dul estaba resultando más duro de lo que había creído, sobre todo teniendo en cuenta que sólo había pasado una mañana y mi propósito era para toda la vida.

Al fin llegó a mi lado, por lo que seguí caminando. Tan pronto la vi abrir la boca, supe que no me gustaría lo que me iba a decir.

- Te estás equivocando – me advirtió con ese tono tan terriblemente crítico que siempre usaba cuando sabía que tenía razón.

- ¿Ah si? - repliqué con desdén.

- Bueno, si tu intención era hacerle daño a Dulce desde luego que no, lo estás haciendo a las mil maravillas – repuso ella con fingida despreocupación, como si me estuviera comentando que a lo lejos había unas nubes que no le gustaban mucho.

- Mi intención es protegerla, no hacerle daño – la contradije con toda la calma que pude.

- ¿Protegerla de ti? No te había considerado peligroso hasta ahora Poncho – se burló ella.

- Sabes a lo que me refiero – bufé mirándola con exasperación.

- La verdad no mucho, llegué aquí, prácticamente me arrastraste al Tequila después de dejar mis cosas en tu casa y lo único que sé es que no puedo decir que no soy tu novia, porque déjame decirte que a estas alturas eso debe ser lo que piensa todo el mundo – terminó cruzando los brazos, con indignación. Ok, sabía cuando tenía que entonar el mea culpa.

- Lo siento Ximena – suspiré deteniéndome. Habíamos llegado al parque principal del pueblo, que estaba muy tranquilo, pues tanto jubilados como niños, que eran sus principales usuarios, estaban a esas horas comiendo.

Sentí una opresión en el pecho al ver la banca en la que Dul y yo nos habíamos reconciliado después de la primera de nuestras peleas desde que había llegado ese verano. Intencionadamente me desvié a la siguiente, donde me senté, haciendo Ximena lo propio después de dirigirme una mirada condescendiente.

- Habla – me pidió amablemente luego de cinco minutos de silencio. Suspiré, sin saber por donde empezar.

- Supongo que piensas que se me zafó un tornillo – bromeé con la misma alegría que un muerto el día de su funeral.

- Supones bien – aceptó ella con tono ligero – así que nada de lo que me cuentes me asustará.

- No sé por donde empezar – confesé dejando caer la cabeza en mis manos, con los codos hincados en las rodillas.

- No tengo hambre, así que tárdate todo lo que quieras – me dijo con tono pausado.

- Yo... antes de nada tienes que prometerme que no le dirás nada a Dul ni a nadie, pero menos ella debe enterarse nunca de esto – insistí con voz de desquiciado.

- Te lo juro por mi papá el exiliado que no diré nada – se burló ella alzando la mano derecha.

- Eso espero – la amenacé "sutilmente" - el caso es que... sin entrar en detalles te diré... pues que me di cuenta que... la clase de amor que yo siento por Dul no es lo que se diría... fraternal – terminé muerto de vergüenza.

- ¡Aleluya! - exclamó ella alzando la vista al cielo.

- ¿Qué? - repliqué estupefacto.

- Que te tardaste muchísimo, creí que te darías cuenta antes de que estabas enamorado de ella – contestó Ximena con cierta impaciencia. La miré como si fuera un alien - ¿qué?

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora