Capítulo 191 "Menuda noche"

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Dulce

Siendo completamente honestos, había mentido. Sin embargo, si uno no era demasiado estricto con el tema de la moralidad, podría decirse que había tergiversado la verdad de forma que me convenía. Había dicho que iría al Tequila y si, había pasado por allí. Sin embargo, ese no era mi objetivo.

No podía reprocharles que se les hubiera ocurrido el Tequila como opción, es decir, eran mis amigos y me caían bien, pero eran hombres, y el cromosoma Y trae ciertas limitaciones consigo.

Aarón había huido de la playa, literalmente, ¿por qué demonios iba a ir a meterse al Tequila, el primer sitio donde hasta la mente más simple lo buscaría? No tenía sentido. Como digo, cosas del cromosoma Y.

Así que pasé de largo el Tequila, donde por supuesto no había nadie, si no contábamos a dos que se estaban fusionando contra una de las paredes claro, y seguí hacia mi verdadero destino.

Caminaba por entre los árboles, iluminando el camino con la pobre luz de mi teléfono. ¿Por qué no había alumbrado público? Oh, cierto, porque caminaba por un sendero de tierra sembrado de piedras, dejado de la mano de Dios.

Por lo menos iba calzada. Por algún tipo de iluminación divina, llevaba las chanclas puestas en el momento del altercado. Al menos no terminaría la noche vacunándome contra el tétanos. Aunque yo esa vacuna, dados mis antecedentes, siempre la tenía al día.

Me dio un vuelco el corazón cuando escuché un ruido entre los árboles. Me repetí a mí misma que era un animal, pero casi fue peor el remedio que la enfermedad, pues empecé a imaginarme miles de seres nauseabundos, desde ratones, culebras, arañas, sapos ... hasta Nosferatum se aparecía en mi cabeza. ¡Por qué iba Nosferatum a asaltarme en el bosque!

Ordenándome no comportarme como una niña histérica, cosa que podría ser en ocasiones pero que en ese momento no me podía permitir, seguí avanzando. Según confiaba en mi intuición, no las tenía todas conmigo en cuanto a mi sentido de la orientación.

Solo había estado allí un par de veces, y las dos había ido en coche. La primera, a principios del verano con el propio Aarón, la segunda... con Abril. Y eso era bastante significativo, porque era algo así como un lugar especial para ambos. No conocía muy bien la historia, pero por alguna insinuación de Aarón, allí habían ocurrido cosas importantes.

Tropecé con una piedra, maldije en voz alta, espanté a algún maldito que escuché correr entre la hierba y me llevé una mano al pie. Cuando alcé la vista de nuevo al frente, me di cuenta de que había llegado a mi destino; una extensa pradera más o menos circular se extendía frente a mí, oscura e imponente como la boca del lobo. Apenas podía distinguir nada más allá de la de mi nariz, así que si Aarón estaba allí, o lo reconocía por el olor, o no lo tenía muy fácil.

Avancé lentamente, tratando de identificar algún bulto sospechoso entre la hierba. Supuse que lo más lógico hubiera sido rendirse, dar media vuelta y regresar por el camino por el que había venido, si lograba identificarlo, claro. Pero yo no era de las que soltaba el hueso así de fácil, así que opté por la segunda opción más cómoda; llamarlo a gritos. Y si algún lobo me escuchaba y quería echarse sobre mi ... bueno, estaba en su derecho ¿acaso no lo había despertado yo a gritos en plena madrugada?

Luego del grito me quedé muy quieta, esperando el más mínimo movimiento. Estaba claro que no me contestaría, no quería que nadie lo encontrara, sin embargo escuché un quejido demasiado humano como para que se tratase de un lobo. Complacida, avancé con los brazos extendidos hacia delante, como tratando de detener un posible choque. ¿Contra qué podría chocar en medio de una pradera? Yo, seguramente, encontraría algún elemento de la orografía lo suficientemente peligroso como para originarme una caída, aunque fuera un pequeño arbusto. Unos pasos más adelante, encendí de nuevo la luz del teléfono. Dos metros más allá, la figura inmóvil de Aarón permanecía tumbada, fingiendo ignorar mi presencia.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora