Capítulo 128 "Se acabó la tregua"

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Dulce


Los días pasaron rápidamente en casa de mi abuela, donde parecía haber un halo protector que me alejaba de las cosas malas. Ni un solo problema, casi parecía vivir en un sueño permanente, o en una realidad paralela, un sitio donde el mal no podía alcanzarme. Pero si el dolor, que me acompañaba y era inmune a cualquier tipo de halo. Extrañaba mi casa, el pueblo, aquel ambiente tan familiar, mis vecinos, los clientes del Tequila... y extrañaba mi mundo. Las incesantes ganas de Annie por hacer cosas, la sonrisa fácil de Giovanni, las excentricidades de Chris, los coqueteos con Aarón ... incluso las peleas con Derrick. No pensaba en él como el chavo comprensivo y salvador perpetuo que había sido en los últimos días, lo recordaba como siempre, incisivo, sarcástico pero divertido. Me gustaba su antiguo yo más de lo que nunca había pensado.

Pero había dos cosas que extrañaba más que nada; la complicidad con Maite, las horas platicando sobre nada en concreto, las risas tontas incluso haciendo los más complicados problemas matemáticos, echaba de menos la forma en la que nos habíamos aceptado la una a la otra como hermanas, a pesar de no tener sangre común. Pero si había algo que de verdad añoraba, casi tanto que lo sentía como una ausencia física, era el vínculo con Poncho. No sentía solo que hubiera perdido a mi mejor amigo, era como si una parte de mi estuviera entumecida por la pérdida. Todavía pensaba en él como la primera persona para contarle cuando me pasaba algo, tenía el impulso de hablarle a todas horas, para saber como estaba, si se acordaba de mi tanto como yo de él o simplemente para una cosa tan estúpida como escuchar su voz. Si, me di cuenta de que estaba empezando a identificarme con muchas de las canciones que sonaban en la radio que mi abuela encendía cuando preparaba la comida. Y yo nunca me había identificado con las canciones de amor/desamor, cosa que me preocupaba.

De todas formas me deprimía por las noches, cuando me acostaba y no tenía nada que me distrajera de mi penosa existencia. Durante el día estaba bastante entretenida, la verdad. Diana no me dejaba ni a sol ni a sombra, supongo que, como mi abuela, no me veía demasiado bien, por más que yo trataba de aparentar estar fresca como una rosa. Esperaba que se lo compensara a Mateo por las noches, o si no el chavo me odiaría por el resto de su existencia. No me fue difícil llevarme bien con el resto de su panda, yo era una persona por naturaleza sociable, y aunque no estaba en mi mejor momento, tampoco tenía intención de hacer amigos forever y eso, así que para pasar el rato no estaba mal. Excepto a Gonzalo, que procuraba evitarlo tanto como era posible.

En cuanto a mi abuelastro (que mal suena eso, por Dios) pues no había sido tan desastroso como era de esperarse, sinceramente era una versión algo pervertida del típico abuelo amable y chistoso, así que nuestra convivencia mejoró notablemente cuando decidió que la cama era el mejor sitio para desnudarse, no la cocina. Además teníamos mucho en común, ambos adorábamos la actuación, de hecho él había trabajado en alguna que otra telenovela como actor secundario, pero decía que su carrera nunca había acabado de despegar por culpa de su físico, (y créanme cuando les digo que no me gustaba saber esto, pero si lo hubiera intentado como actor porno habría tenido una brillante carrera, cualidades no le faltaban). Y era cierto, por mucho que fuera uno buen actor, y si no tenía un buen físico que lo avalara, las posibilidades se reducían drásticamente. Ahora bien, si un guapo triunfaba nunca le reconocían el mérito, nadie admite que los guapos son buenos actores aunque lo sean. Ok, me he desviado. El caso es que Alfredo daba clases de interpretación todos los días en el gimnasio del colegio, que estaba cerrado por vacaciones, a un variopinto grupo de aspirantes a actores, así que decidí unirme a ellos durante los días que estuve allí. Fue realmente divertido, ojalá organizaran cosas así en Ikal. Tendría que proponérselo a Maura, pero ahora que estaba con los preparativos de su boda, no veía la cosa nada clara. El tercer día que pasé allí, más bien la tercera noche, a mi abuela no se le ocurrió otra idea mejor que poner el DVD que había grabado con mi actuación en la obra de fin de curso, por lo que me pasé toda la velada escondiendo la cara detrás de las manos, roja como un bombillo. Comprenderán que era un poco violento para mi verme besando a Hugo y Derrick alternativamente durante una hora y pico. Sobre todo a Derrick, porque no podía dejar de pensar que él estaba sintiendo cosas completamente distintas a las que debería sentir y ... eso, que no era una situación que uno pueda calificar como cómoda. Sin embargo lo peor fue estar escuchando los halagos de Alfredo durante el resto de los días. No sabía muy bien si lo hacía por ganar puntos conmigo, que era la nieta única y predilecta de mi abuela, o porque de verdad lo pensaba, pero tenía puesta mucha fe en mi como actriz. Me cansé de repetirle que era un sueño imposible y que debería guardarme todo mi talento para servir cafés con arte, pero no quiso escucharme.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora