Capítulo 81 "Ten cuidado con los tropiezos"

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DUL

La escena se congeló, literalmente. Me había quedado como si me hubieran echado un balde de agua fría por la cabeza. Lo más indicado en ese momento me pareció una música de ambiente de esas que ponen en series como 24, para acentuar la tensión. Aunque claro, en ese instante, lo que menos había que acentuar, era precisamente la tensión. Paralizada, abrí los ojos desmesuradamente, mientras abría la boca. Supongo que, en resumen, se me quedó cara de susto.

Edgar obedeció y soltó a Loli, quien se balanceó hacia mi lado, otra vez. Traté de mantener el equilibrio, pero, obviamente, Dul y equilibrio era algo difícil de reunir. Y me caí. Otra vez. Edgar echó un brazo al aire para agarrar aunque solo fuera a Loli, pero no fue lo suficientemente rápido. Ese monstruo de doce años cayó sobre mí de nuevo, con las manos sobre mis boobies de nuevo. Y eso estaba empezando a enojarme en serio.

- ¿Dul? - se preocupó Edgar.

- No me digas nada – escupí cada una de las palabras con precisión y mucho coraje ¿Cómo podía pasarme todo eso en una noche?

- ¿Alguien me puede explicar que demonios está pasando aquí?

<<Oh, no te preocupes, estoy perfectamente bien Ponchito, gracias por preguntar>>, pensé con rencor. Desde el pasto pude ver como sus tenis se acercaban a nosotros, exigiendo una explicación que no le iba a gustar nada. Pero tampoco se me ocurría nada que inventarle... ¿que su hermana había sufrido un golpe en la cabeza? ¿efectos secundarios de un medicamento? ¿un trauma infantil que ahora salía a la luz? Me pareció mejor la verdad. Y ya que habíamos quedado en ser sinceros... ¡Toma sinceridad!

- ¿Quieres saber que pasa? Pues que una amiga de tu hermana me llamó para decirme que la condenada escuincla estaba bien peda, cosa que era cierta como puedes ver, y yo para evitarle un relajo contigo y sus papás, decidí traérmela conmigo ¿y sabes que gané? ¡Más moratones que Rocky Balboa en toda una temporada! ¡Así que sáquenmela de encima, ya!

- Están duritas – comentó Loli toqueteando lo que no tenía que toquetear.

- ¡DOLORES! - bramé.

Alguien tuvo el detalle de levantarla. Traté de incorporarme, con una muñeca medio machacada. Estaba examinando dicha articulación, cuando escuché el grito.

- ¡Te he dicho que la sueltes!

Puse los ojos en blanco. Hermanita borracha más enemigo número dos o tres. Mala combinación.

- Poncho, bájale porque yo solo estaba ayudando a Dul – se justificó Edgar.

- ¿Entonces por qué no vas ayudarle a alguna hermanita de la caridad y te me largas de aquí? – le espetó el aludido, evidentemente enojado.

- ¡Eh! ¡Que no se derrame sangre! – les advertí medio en broma.

Ambos parecieron darse cuenta de que seguía tirada. Edgar, muy solícito, me tendió sus manos y me levantó de un salto.

- Creo que es mejor que me vaya – dijo, mirándome solo a mí.

- Es lo primero coherente que te oigo decir – apostilló Poncho. Lo miré con los ojos achinados.

- Gracias otra vez – susurré acercándome a Edgar más de lo que la cortesía requería.

Aprovechando esa cercanía, me estiré ligeramente y le besé una mejilla, demorándome intencionadamente. Edgar me miró y supe que estaba adivinando mi propósito. Provocar un desgarro en la úlcera de Poncho.

- De nada. Mañana nos vemos – se despidió, acariciando levemente mi mentón antes de irse. Decidí que mañana no necesitaba regar, con mi baba las plantas tenían agua de sobra para una semana.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora