Capítulo 119 "Tenemos un problema"

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Dulce


Me desperté, acosada por una extraña vibración en mi oreja. Y nada placentera, tengo que añadir. Desorientada, me aparté el pelo de la cara y con los ojos todavía medio cerrados, busqué el origen de dicha vibración. Encontré mi celular, o lo que es lo mismo, la maldita cosa que vibraba. Le di un manotazo para que se callase, esperando que Loli no se hubiera despertado. Alcé algo la cabeza para mirarla a la cara. Para mi alivio, seguía profundamente dormida. Cosa rara, no recordaba que se hubiera acostado. Miré la hora en el celular. Las dos de la mañana. Bien, explicación lógica, en medio de mi convalecencia me había quedado jetona y ella no me habría despertado ni con todo el ejército bailando al son de King África. El celular debía de habérseme quedado en la cama en una de las veces que había mirado la hora. Ok, todo tenía sentido, así que dejé el teléfono sobre el buró y recosté de nuevo la cabeza en la mullida almohada de Loli. Pobrecita, sin comerlo ni beberlo había acabado compartiendo cama conmigo. Fijé la vista en el vaso de agua que alguien había dejado allí, demasiado amablemente para que no me sintiera incómoda, con la sensación de que se me olvidaba algo. Luego vi el termómetro digital, pero no podía ponerme con eso ahora, pitaba cuando estaba funcionando y no quería despertar a Loli. Di media vuelta, coincidiendo de frente con la alborotada maraña de chinos que tenía Loli. El día siguiente tendría que hablar con Don Gabino y explicarle porque no había ido, pero de seguro ya se había enterado de mi incidente, en ese pueblo tener un secreto era algo muy complicado. Sobre todo cuando Veva estaba de por medio. No es que fuera chismosa... digamos que demasiado sociable. Y de pronto recordé lo que se me olvidaba. ¡Derrick! Había quedado de verme con él en el Tequila y no había ido. Le mandaría un sms para pedirle perdón por no haber llegado. Agarré el celular y vi que tenía varias llamadas perdidas, precisamente de Derrick. Pulsando botones como loca, le expliqué resumidamente que no me había encontrado demasiado bien como para ir a trabajar y que sentía no haberlo avisado. El me envió otro preguntándome como me sentía en ese momento. Le contesté que bien (era una de esas raras veces en mi vida en la que tenía crédito), lo que más o menos era verdad, mi cabeza no parecía a punto de explotar como antes ni tenía tanto calor y, para finalizar nuestra conversación más larga vía sms, me dijo que pasaría a verme en un momento, para que pudiéramos hablar. En fin, no se trataba de una conversación trascendental, pero bueno, si al niño le hacía ilusión verme... ¿qué podía hacer yo?

Me bajé de la cama con mucho cuidado de no hacer movimientos bruscos para no despertar a Loli. Lo menos que necesitaba era que alguien se enterara de que me iba a ver con Derrick a esas horas, ni me imaginaba el escándalo que se montaría. Me había cambiado de ropa luego de darme una rápida ducha, y ahora llevaba un bonito camisón azul de algodón de tirantes finos y que me llegaba hasta la rodilla. Nada que pudiera despertar su imaginación. Me recogí el pelo enmarañado en una nada elaborada cola de caballo y salí de la habitación, restregándome los ojos con un puño. Intentando no arrastrar las pantuflas, caminé a hurtadillas por el corredor, pasando por delante de la habitación de Ximena. No se filtraba luz por debajo de su puerta, por lo que supuse que estaría dormida. Eso esperaba, que todos durmieran. Bajé con sumo cuidado las escaleras y se me aceleró el corazón cuando, de improvisto, me empezaron a rugir las tripas. Era lo malo de no cenar, tenía tanta hambre que incluso me comería el caldo. Decidí que después, antes de acostarme, comería algo.

Llegué con éxito a la puerta exterior, la cual abrí despacio, milímetro a milímetro, hasta dejar la abertura suficiente para colar mi cuerpo, ni un centímetro más. La cerré con la misma minuciosidad, dejándola ligeramente arrimada, para no tener que llevarme la llave. Y allí estaba.

El carro negro de Derrick estaba estacionado en la vereda de enfrente, con todas las luces apagadas, igual que el motor. Y él, una figura alta y delgada apoyada sobre la parte delantera del vehículo. Inspiré. Y a mi que me parecía que lo más difícil sería salir de la casa. Me pareció de risa comparado con lo que tenía que hacer ahora.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora