Capítulo 109 "Lo que Derrick quiere y Poncho tiene"

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Tocaron al timbre, y maldije a la madre de quien lo había hecho. Levantándome a duras penas del sofá, podría parecer que estaba practicando para interpretar a Robocop, pero no, simplemente mi cuerpo me odiaba por lo que le había hecho pasar esa tarde. Más de una hora intercalando abdominales y carreras. ¿Qué persona que no sea culturista aguantaría algo así? Notando una punzada de dolor en la mano al apoyarme en el respaldo del sofá para caminar, seguí mi tortuoso camino hacia la puerta delantera. Como acontecimiento afortunado, poco frecuentes en mi vida, Alma no estaba en casa, me había dejado una escueta nota explicándome que se había ido... aunque no sabía bien a donde, tan pronto había leído eso dejé de leer, porque no me interesaba demasiado lo que hiciera con su vida, o trataba de que no me interesara.

Una vez en la puerta, escudriñé por la mirilla, queriendo asegurarme de que no era una visita indeseada. Y más que indeseada, era inesperada. Derrick.

Abrí, haciendo una mueca al notar mi abdomen dolorido por tantas abdominales y mi mano del mismo modo, aunque de eso no podía echarle la culpa a la maldita Caníbal.

- Hola – saludé, forzando una sonrisa.

- Ugh, no hagas eso, das miedo – bromeó sin sonreír, aunque con el humor chispeando en sus ojos.

- Gracias, era lo que necesitaba oír en este momento – bufé, quitando mi expresión de perfecta anfitriona.

- Lo sé, lo he notado – volvió a bromear -. ¿Cómo ha ido?

- ¿El día en general o la pinche Caníbal en particular?

- El conjunto.

- Oh, bien, he batido el récord mundial de abdominales. Si sigo así dentro de una semana podré rayar queso con mis músculos. Te mandaré la prueba – dije con fastidio.

- ¿Así que es un castigo físico? Era de esperarse.

- ¿Si? - me sorprendí. La verdad yo no me esperaba que quisiera prepararme para las olimpiadas.

- Si. Así puede machacarte tanto psíquica como físicamente – explicó como si tuviera toda la lógica del mundo.

- Oh, si hubiera convivido con los nazis habría sido muy admirada.

- No exageres...

- Ya, como sea... oye – se me ocurrió una idea de pronto, más que nada porque había oscurecido -. Sé que esto te va a sonar muy raro, y a lo mejor te parece que tengo secuelas por los topetazos, o por correr al sol pero... ¿quieres quedarte a cenar? - pregunté, como si el que él aceptara fuera la cosa más inverosímil del mundo.

- Claro – aceptó encogiéndose de hombros.

- ¿Y ya está? - repliqué, con incredulidad.

- Mmmm .... ¿claro, me encantaría quedarme a cenar, mil gracias por la invitación? - propuso con pomposidad. Se me escapó una ligera sonrisa.

- No me refería a eso tarado. Quiero decir, ¿no se te hace raro?

- Está claro que siempre existe el riesgo de que sea una trampa y trates de envenenarme, pero lo asumiré.

- Entonces pasa – lo invité, abriendo del todo la puerta.

Con las manos en los bolsillos de su chamarra y esa actitud de chico malo que era su sello de identidad, avanzó hacia el salón. Cerré la puerta, preguntándome quien podría haberlo visto entrar, sin embargo no me pareció demasiado importante en ese momento. Con todos mis músculos gritando groserías, conseguí llegar al salón y tuve que apoyarme en el respaldo del sofá de nuevo porque me temblaban las piernas.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora