Capítulo 161 "Melchor, Gaspar y Baltasar"

206 13 1
                                    

Dulce

Nuevo día. Nueva oportunidad de hacer las cosas bien. Y nueva oportunidad de cagarla estrepitosamente. Por algún motivo incomprensible para mi y para cualquier estudioso de la raza humana, yo siempre tendía a lo segundo.

Mi abuela había llegado como media hora más tarde de mi vuelta a la habitación, y nadie podía reprocharle su sorpresa al cacharnos a mi y a Shreck jugando a las cartas tan amigos, cuando horas antes lo miraba como si quisiera fusilarlo con mis ojos. Ver para creer. Supongo que ese fue el detonante para que mi abuela dejase de estar tan gruñona conmigo, en lo cual también influyó mi narración de lo ocurrido con Aarón y Abril, que terminó de enternecerla. Las historias de amor trágicas eran para ella como la metadona para un drogadicto, más o menos.

Se quedó conmigo una vez salió del baño de limpiarse la cara tras casi una hora llorando, incluso había insistido en ir a ver a Aarón para darle un abrazo, pero conseguí detenerla a tiempo. Poco después se quedó dormida, y deseé tener esa capacidad para dormir, pero lo único que conseguí fue angustiarme más por el tiempo que me pasé dando vueltas en la cama, sin conseguir hacerlo.

Mi cabeza daba vueltas a toda velocidad, divagando, pero volviendo finalmente a los mismos temas. Aarón – Abril – Poncho. Era un triángulo del que no conseguía escapar. Me preocupaba Aarón, Abril me ponía los pelos de punta y Poncho ... era el dilema de siempre, pero con nuevos extras.

Así que cuando por fin empezaron a filtrarse los rayos de sol más madrugadores por la ventana, apenas si había cerrado los ojos un par de veces. Y seguro que eso se reflejaba en mi cara de zombie.

Lo primero que hice cuando vi que era una hora prudente fue alcanzar mi celular, a quien mi abuela le había dado la libertad condicional, y le mandé un mensaje a Mai para saber si había novedades. Me respondió muy pronto, diciéndome que si y que me lo explicaría todo en persona. Me senté todo lo rápido que pude, impaciente por saber si había pasado algo con Aarón. ¿Habría hablado con alguien ya? ¿Y habría preguntado por mi?

En ese momento, mi abuela abrió los ojos.

- Vaya ... no noto ningún dolor de cabeza, así que me imagino que esta vez me he dormido por voluntad propia y no por las drogas – bromeó, ahuecándose el pelo.

Si, le iba a tomar un poco de tiempo olvidar el asunto.

- Lo siento ... otra vez – bajé un poco la cabeza para darle el adecuado todo arrepentido.

- Bueno ... al menos eso demuestra que no es cierto que los niños de hoy en día no tienen imaginación – comentó de buen humor -. ¿Qué hora es?

- Las nueve.

- ¿Y ya estás despierta? ¿A qué hora se acaba el mundo?

- En realidad estoy esperando una llamada de Mai – le aclaré, torciendo el gesto. Ni que no madrugara nunca.

- ¿Novedades?

- Eso parece – asentí, notando un ligero dolor en la cabeza.

- Voy a ir por algo de desayunar, me muero de hambre .... ¿necesitas algo? - me preguntó, parándose y desperezándose de manera poco fina.

- No, de momento.

- Ok, regreso en un rato – se despidió, apartándome un mechón de pelo de la cara. Echaba de menos poder peinarme.

Intenté recostarme en la almohada, pero la impaciencia me tenía tensa y le tensión me impedía recostarme y disfrutar de algún minuto de sueño reparador en lo que llegaba Mai. Pero mi insomnio se vio recompensado cuando Héctor, el enfermero que, irónicamente, podría matar a cualquiera de un ataque cardíaco, se asomó a mi puerta.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora