Capitulo 46: "Ya ven por qué intento no madrugar?

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DUL


Cuando me desperté tuve la impresión de no haberme acostado, de lo cansada que estaba. Me dolían tanto los ojos que por un momento temí ser sonámbula y haberme colado en alguna pelea clandestina mientras dormía. Entonces cerré los ojos de nuevo, recordando porque me dolían. La maldita pesadilla. Había sido tan real que cuando me desperté creí que era Óscar quien estaba en mi cama. Pero gracias al cielo no era él, si no Poncho. Pobre, menudo susto le había dado. Todavía podía recordar su expresión al mirarme, como si me fuera a morir de un momento a otro. Giré la cabeza y miré hacia el otro lado de la cama. Estaba vacía. Que raro, hubiera jurado que Poncho estaba ahí hacía un momento. Bostecé y me froté los ojos con saña, como si quisiera hacer desaparecer el dolor con ese gesto. Me acurruqué y respiré profundamente con toda la intención de volverme a dormir, cuando empezó a sonar mi celular. Juré bailar sobre la tumba de quien me hubiera llamado a esas horas. Con los ojos todavía cerrados, palpé en mi buró tirando prácticamente todo lo que en él se encontraba, hasta que encontré al celular del demonio. Apreté un botón por inercia, pero acerté porque sentí una voz al otro lado. Pegué el teléfono a mi oreja y solo pude decir.

- Te odio.

- Amiga, eres la persona con el peor despertar del mundo – rió Maite al otro lado.

- ¿Qué quieres? - le espeté.

- Recordarte que en una hora tienes ensayo general de la obra de teatro – contestó ella con voz de eficiente secretaria.

De pronto mi cerebro empezó a reaccionar. Acto de clausura, discurso, despedida de los de último año, obra de teatro...

- No me chingues... - solté sin pensar, sentándome sobre la cama.

- ¡Dulce María! – me reprendió Mai.

- Mai, ahorita no tengo tiempo, tengo que estar en una hora en el instituto, luego hablamos ¿si?

- Pero si fui yo quien... – y corté. Ok, entiendo que a veces ser Maite tiene que ser bien complicado.

Salté de la cama y me dirigí al baño desvistiéndome por el camino, sin darme cuenta de que podría encontrarme con Poncho de un momento a otro. O a lo mejor inconscientemente si que me daba cuenta... el caso es que alcancé el baño sin mayores contratiempos y para cuando llegué estaba completamente desnuda. Corrí así por corredor para recoger las prendas que había dejado tiradas y volví al baño. Me duché rápidamente, tanto así que no esperé a regular bien el agua y un chorro de agua fría casi termina con mi vida de un plumazo. Salí de la regadera tiritando, me envolví en una inmensa toalla mientras me miraba al espejo. Ni siquiera un kilo de maquillaje podría disimular esas ojeras, así que lo dejé por imposible. Envolví mi pelo con otra toalla y eché a correr hacia mi habitación, con la mala suerte de que me resbalé en la alfombrilla que había colocado, irónicamente, para no resbalarme al salirme de la regadera. Mis posaderas fueron a dar estrepitosamente contra el suelo. Me quedé inmóvil durante un momento, completamente segura de haberme roto en añicos, hasta que un taladrante dolor recorrió mi pompa derecha, que había salido peor parada. Entonces entendí que por el momento, estaba de una pieza. Con mucho esfuerzo logré pararme al tiempo que aullaba desconsoladamente. ¿Acaparaba yo toda la torpeza del mundo o qué?

Salí de del baño, muuuuuy despacio, tanto que parecía que iba a cámara lenta, con una mano en mi nalga derecha y la otra sujetando la toalla a la altura del pecho. Dios como me dolía el trasero... al llegar a mi habitación miré el reloj con ansiedad. Bien, me había duchado en cinco minutos, aunque casi me hubiera dejado la vida en ello. Alcé una mano para abrir el closet y en ese momento recordé que había quedado con Antonio para ir a quitar los puntos del pie. Bueno, el consultorio estaba cerca del instituto, por lo que si me daba prisa, me alcanzaría el tiempo para hacer las dos cosas.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora