Capítulo 125 "Todo queda en familia"

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Dulce

Disfruté de dos o tres maravillosos segundos de aturdimiento justo en el momento en el que me desperté. El sitio en el que me encontraba me resultaba vagamente familiar, pero no recordaba nada de los acontecimientos previos. Luego, la realidad me golpeó, y fue más molesto que cualquier irritante alarma. También reconocí donde estaba. La cama que había pertenecido a Alma antes de que esta se fuera a Ikal.

La abundante luz solar que se filtraba a través de la ventana que había a un lado de la cama, me indicaba que ya era bastante tarde. Estúpidamente, recordé que no había terminado de limpiar en el Tequila, pero, ¿a quién le importaba eso? Bueno, puede que a Aarón si, porque conmigo fuera y Derrick convaleciente, tendría que encargarse él de ayudar a su papá en el bar. Me sentí un poco culpable, y no solo por la ******* que había dejado en el piso. Decidí que luego le hablaría para saber como estaba Derrick. Me froté un ojo mientras con el otro miraba el reloj. Las tres de la tarde. Teniendo en cuenta que me había acostado a las nueve de la mañana, después de dos horas ininterrumpidas gimoteando abrazada a mi abuela, no me parecía demasiado tarde. Es más, para mi dormir solo seis horas era todo un mérito. Y dormir por decir algo, a cada rato me despertaba sobresaltada, después de haber visitado el Tequila en sueños otra vez, reviviendo todos los detalles de esa espeluznante noche. Entre lo de Óscar y lo del día anterior, el Tequila estaba empezando a ser el lugar más horrible del mundo. Irónicamente, trabajaba allí.

Me senté en la cama y estiré los brazos, desperezándome ruidosamente. Mi abuela escogió ese momento para entrar en la habitación. Y yo tuve claras dos cosas; una, que sabía que no tenía la nieta más fina del mundo, y dos, que para ella lo de la privacidad de las personas estaba sobrevalorado.

- Buenos días – me saludó con una sonrisa amable.

- Tardes más bien – la corregí, con voz adormilada.

- Puedes quedarte un ratito más en la cama si quieres – sugirió, tratando de sonar animada... pero la verdad se veía bastante preocupada.

Quizás lo de anoche se me había ido un poco de las manos. Es decir, no le había contado nada que no fuera verdad, empezando por lo que ocurrió desde que las escuché a ella y a mi madre hablando, como nuestra relación se había deteriorado, la mala relación con Maite, los extraños acercamientos con Derrick, los acercamientos demás con Poncho... deliberadamente había omitido mis temerarias excursiones a Kessel, los pleitos con Abril y algún que otro detalle que no era fundamental en la historia y que no tenía que saber. Más que nada, para que no se planteara la posibilidad de mandarme a algún centro de salud mental. La cosa es que en ese momento me sentía tan mal que quizás mi abuela temía que yo estuviera lo suficientemente mal para hacer una tontería. Tenía que aclarárselo antes de que empezara a guardar los cuchillos de la casa.

- Abuela, estoy bien – le aseguré, mirándola fijamente a través de mis ojos todavía entrecerrados.

- No tienes porqué estarlo. Es decir, ¿qué ha pasado, una semana desde que me fui? Y ve todo lo que te ha ocurrido. Dios, sabía que tenía que haberme quedado – se lamentó, sentándose junto a mi en la cama.

- Si, claro, que tú hubieras evitado que ese dos se zurraran – medio bromeé. Era fácil hacerlo ahora sabiendo que los dos estaban relativamente bien.

- Puede, ya me conoces enojada, los hubiera agarrado de las orejotas y haber quien era el machito que protestaba – se rió. No pude evitar soltar una carcajada al imaginar la escena.

- Lástima que no se me hubiera ocurrido – suspiré.

- ¿Tienes hambre? - preguntó, supongo que por cambiar de tema.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora