Capítulo 104 "Lucha por que sea tu realidad"

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Poncho

Traté de avanzar otra vez, pero estaba como pegado al piso. Era la misma sensación que cuando se te queda un chicle en la suela del zapato, solo que con la presión de cien chicles en cada pie. Volví a mirar al frente, desesperado, sabiendo que no podía hacer nada para evitarlo, porque simplemente no podía moverme.

Era la misma maldita situación. Volvía a abrir aquella puerta y me encontraba con la fatídica escena, Derrick rodeando a Dulce con sus brazos y ella acercándose a él para besarlo. Si, ella lo besaba a él, aun encima. Y de nuevo me quedaba petrificado, sin saber que hacer. Porque estaba cansado de ver como cada paso que yo trataba de dar hacia ella eran cinco que ella se alejaba. Cansado de que se fijara en todos menos en mi. Cansado de no saber como arreglar las cosas.

Intenté mover los pies otra vez, cada vez con más fuerza que la anterior, pero era incapaz de levantar los pies ni un milímetro. En esa ocasión no pude hacer nada para evitar que siguieran mortificándome, besándose, apretándose el uno contra el otro como si nunca estuvieran lo suficientemente cerca...

- No te tortures más... - me pidió alguien detrás de mi.

Desvié la mirada al piso, sintiendo un embarazoso escozor en los ojos. Fuera quien fuese el visitante, no me apetecía que me viera así. Solo quería que se fuera.

- Ven conmigo – insistió aquella voz.

Justo cuando estaba por voltear para mandarlo a un sitio no muy agradable, vi frente a mi una pequeña mano que me resultó muy familiar. Tan sorprendido que se me olvidó lo molesto que estaba, volteé, para ver que era Dul quien me tendía la mano.

- ¿Qué...?

Lo que menos me esperaba era que me ofreciera una mano, si acaso un puñetazo. Además, ¿ella no estaba fuera? Miré para comprobarlo, y si, allí seguía con Derrick, pero al menos tenía ropa, lo cual era un punto positivo. Arrugué la frente, confundido. ¿Dos Dulces? Creo que eso era más de lo que el mundo podía soportar. Volví a mirar a la Dulce amigable.

- No voy a morderte – se rió, sin bajar la mano.

No contesté a eso, porque no estaba seguro. Me limité a agarrar la mano que me tendía. Y al instante habíamos dejado atrás aquella casa y estábamos en el parque, para ser más exactos, frente a los columpios.

Ella rápidamente se sentó en el izquierdo, que desde siempre había sido su favorito. Yo me quedé mirando el derecho, recordando que habían pasado más de diez años desde la última vez que me había subido a uno de esos trastos y consciente de que algo había ensanchado en esa década.

- Como ya te habrás dado cuenta esto es un sueño, ni te apures, de seguro tu trasero entra ahí – adivinó mis pensamientos.

Me senté y en efecto, mis pompas encajaban a la perfección. Eso es lo bueno de los sueños.

Me balanceé ligeramente, sin perderme detalle de Dul. No había rastro de la expresión ceñuda y enojada que lucía últimamente, se veía relajada y sonriendo. Llevaba un bonito y corto vestido blanco que le quedaba francamente bien y su pelo de color natural, como a mi me gustaba, suelto y ligeramente ondulado.

- Ok, esto es raro – admití luego de un corto silencio.

- Todos los sueños suelen serlo... - respondió ella con una sonrisa amable.

- Y patético, la única forma que tengo de hablar contigo es así... - suspiré, aunque luego lo pensé mejor -, pero ni siquiera estoy hablando contigo, es decir, si estoy soñando todo esto es dentro de mi cabeza así que realmente estoy hablando conmigo mismo...

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora