Capítulo 150 "La fuga".

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Poncho


Cuando al fin vi la puerta de su habitación, la tentación de salir corriendo se hizo casi imposible de resistir. De hecho no sé ni como le hice para seguir, sobre todo recordando lo que me había dicho. Primero, que estuviera tranquilo. Imposible siempre que ella estuviera de por medio, debido a esa capacidad casi patológica de meterse en problemas en situaciones completamente carentes de ellos para las personas normales. Segundo, que me hubiera pedido un favor. Dulce raramente pedía favores, era demasiado orgullosa para admitir cualquier tipo de ayuda, y sobre todo teniendo en cuenta nuestra situación. Tenía muy claro que estábamos en una tregua, tan claro como que esa tregua se terminaría tan pronto ella se sintiera mejor y reflexionara sobre lo que había pasado la noche anterior. Y sobre la cantidad de burradas que le había dicho. ¿En serio en algún universo paralelo había sido buena idea hacerle creer que me había tomado en serio lo de estar con otras personas? Tenía razón Ximena, debería abandonar la ilusión de que era bueno urdiendo planes.

Abrí la puerta, tranquilo porque me había cruzado con el enfermero guaperas, así que sabía que no se encontraría dentro de la habitación, sobre todo si estaba haciendo cosas por las que podrían denunciarle por corrupción de menores. Supongo que en ese caso también podrían denunciarme a mi, pero mejor no pensar en ello.

La encontré ligeramente incorporada en la cama, con el cabello trenzado a un lado y, a pesar de todos los vendajes y los golpes, se parecía más a la Dul de siempre y menos a la criatura frágil y vulnerable que había visto en la mañana. Y eso era todo un alivio. O al menos lo fue hasta que miró, después de levantar la vista del celular, el cual había observado con una concentración que rayaba la hipnosis. Vi una determinación muy común en sus ojos, lo cual no quería decir que fuera algo precisamente bueno.

- Hola – saludé. El desastre inminente no justificaba la falta de educación. Abrí la bolsa de deportes que llevaba conmigo -. Mi madre te manda ropa limpia, un neceser, una planta horrible que no sé que es y ...

- Caldo – adivinó ella, arrugando la nariz.

- Si – asentí, sacando un recipiente cilíndrico de plástico y dejándolo con los otros mandados sobre el buró que había al lado de la cama -, lo siento, ya sabes que es su remedio para todo.

- Dale las gracias y dile que me lo tomaré todo – respondió, abriendo el bote que contenía el caldo y echándole un poco a la planta -. ¿Quieres? - me ofreció alzando momentáneamente el caldo.

- No gracias, seguro que la planta lo apreciará mucho más.

Entiéndanlo, no es que el caldo estuviera malo, simplemente hacía mucho calor en junio como para comerlo caliente, y frío daba mucho asco. Cuando la planta al fin estuvo bien alimentada y a salvo de cualquier enfermedad que pudiera ... afectar a una planta, la visita tomó otro curso.

- Me imagino que no me llamabas solo por las provisiones – entendí, sentándome en la silla que había junto a la cama. Distancia de seguridad, por decirle de alguna forma.

- No – suspiró, mirando de nuevo el celular, aunque esta vez como si fuera alguna granada de mano que pudiera estallar de un momento a otro -. Quería preguntarte algo.

Algo me decía que no era la pregunta que yo estaba esperando oír, pero por si acaso, contuve el aliento.

- ¿Qué está pasando con Aarón? - me soltó. Sentí como me desinflaba cual globo, a pesar de que me había prohibido tener esperanzas de que el tiempo en el hospital le sirviera como reflexión sobre nosotros. ¡Ja! Como si hubiera un nosotros ...

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora