Capitulo 19

360 19 6
                                    


Pasaron las tres de la mañana, o, como yo le decía "la hora cero". Verán, este nombre no es que yo se lo haya puesto porque me aburro un chorro en mi tiempo libre y me da a mí por inventarme cosas raras, no. Dados mis largos años de experiencia de irme de las fiestas a la hora que todo el mundo llega, he llegado a la conclusión que las tres de la mañana es la hora en la que te puedes ir sin tener que oír a tus amigos burlarse de ti los tres meses siguientes. Las burlas se acaban en unos pocos días, no es como si uno se fuera a las doce, una vez lo hice y no se los recomiendo, tuve que aguantar que me dijesen "Ceniciento", como un mes.


Bien, el caso es que eran las tres de la mañana y aunque yo me moría de sueño, de aburrimiento y de todo lo que puede morirse uno en una fiesta (de quitado el coma etílico), seguía allí plantado. Giovanni, como era de esperar, no había sido capaz de controlarse ante la botella de tequila, y había terminado por bebérsela toda él solo, y ahora la pobre Maite aguantaba sus quejas mientras vomitaba. Yo me desentendí de él, no por mala persona, pero es que si voy allá no puedo reprimirme, le regaño y el wero se pone peor, así que mejor dejé a Maite, que tiene mejor carácter que el mío.


Hablando de weros, Annie se había pasado toda la noche con Aarón y después de las dos de la mañana nadie había vuelto a saber de ellos. Mejor, así por lo menos ese guey no estaba como mosca detrás de Dul todo el tiempo.


Y Dul, de esa condenada escuincla tampoco sabía nada desde hacía una hora, y por ella todavía estaba en la fiesta. Con el Bobo no estaba porque a ese lo tenía bien fichado yo y en ese momento estaba en la barra del improvisado bar pidiendo algo para mantenerse despierto, pues tenía una cara de quedarse jetón de un momento a otro...


Como no sabía qué hacer me acerqué a Mai y Giovanni, quienes estaban en la orilla mismo, alejados del centro del reventón. Maite se afanaba en echar agua a Giovanni en la cara para que se espabilara y no se quedase dormido, pero Giovanni se acurrucaba sobre sí mismo y cerraba los ojos protestando porque se mojaba.


- ¿Qué hubo Mai? – la saludé agachándome con ellos – ¿Te ayudo?


- Gracias Poncho pero creo que este ya no tiene remedio... - suspiró Mai mientras vaciaba el agua contenida en sus manos sobre el rostro de Giovanni


- Ya Maite, déjame dormir no seas sangrona... - rezongó Giovanni, y ambos tuvimos que hacer un gran esfuerzo para entenderle


- Déjalo Mai, que duerma la borrachera – le recomendé


- ¡Pero Poncho, no lo voy a dejar aquí dormidote en medio de la playa! – protestó Mai preocupada


- No le va a pasar nada, no creo que nadie quiera secuestrarlo, no lo aguantarían ni una hora... - bromeé, y es que a esas alturas ya no sabía si reírme o echarme a llorar


- Ay Poncho... - suspiró la pobre Mai, a quien le gustaban tan poco las fiestas como a mi


- ¿Y como te la has pasado? – pregunté mientras me sentaba al lado de Maite y dejábamos un poco de lado a Giovanni, quien ya había sido vencido por el sueño

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora