Capítulo 164 "Robocop"

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Poncho

Me pareció tan raro ver las luces del Tequila prendidas a esas horas, que bien podría haber aterrizado un ovni ahí dentro. No es que fuera excesivamente tarde, pero el padre de Aarón había decidido cerrar el bar por la tarde, algo así como tarde de luto oficial. Hablando del padre de Aarón, seguía esperando noticias de su hijo, quien no se había dignado en aparecer en su casa, al igual que Dulce. Primera deducción, que estaban juntos. Lo cual me provocaba una especie de escalofriante deja vu. Lo más difícil había sido pensar en dónde podían estar. No se me ocurría ningún sitio que pudiera tener un significado especial para ambos, a no ser Kessel, y no creí que ninguno de los dos estuviera tan loco como para ir allí después de todo lo que había pasado. Pero Aarón era una caja de sorpresas, lo que quedó confirmado con su entereza ante lo ocurrido con Abril, y ya no digamos Dulce, a quien era tan fácil prever como a un huracán, y lo peor es que podía tener los mismos efectos devastadores.

Así pues, como no sabía bien por dónde comenzar a mirar, había decidido deambular por el pueblo. Y ahí fue dónde me di cuenta de que las luces del Tequila, el cual estaba en teoría cerrado, estaban prendidas.

Me decidí a entrar, aunque algo temeroso de lo que pudiera encontrarme, es decir, ¿quién sabía la forma en la que Aarón había decidido hacer frente a la pérdida de Abril? O peor aún, ¿quien sabía la forma de consolarlo de Dulce? Había tenido bastantes experiencias extrañas en ese sentido durante lo que llevábamos de verano, que apenas habían sido dos o tres semanas pero que parecían años.

Empujé la puerta después de comprobar que estaba abierta. Todas las luces estaban prendidas, pero no había nadie, al menos en la parte delantera. Lo que si había era una importante botella de algo que no me pareció limonada, tirada y, sobre todo, completamente vacía. Eso no podía ser bueno. Mis pisadas fueron amortiguadas por las risas que provenían de la parte trasera del local, dónde estaba nuestro "refugio" y al cual no había ido durante días. Para ser sinceros, los dos o tres días previos no había tenido mucho tiempo de andar de bares, y antes no había tenido humor de enfrentarme a los meseros.

Supongo que se podría decir que sentí alivio cuando me asomé y ambos estaban tirados en uno de los sofás, pero vestidos y en ninguna posición comprometida. Aarón se había quitado la chaqueta y la corbata, su camisa estaba desabotonada hasta la mitad de su torso, insinuando los pectorales que con tanto trabajo había esculpido (lo de ser presumido no se le quitaría nunca, eso estaba claro). Dulce estaba más recatada, su sencillo top negro de tirantes seguía en su sitio y los jeans oscuros también. Pero mi alivio solo duró un segundo, hasta que me di cuenta que ambos estaban completamente borrachos. Y ya todos sabemos como acabaron la última vez que estuvieron así.

- ¡Poncho, hola! - me saludó Aarón, pletórico. Fue el primero en darse cuenta de que había llegado.

Dulce se ladeó un poco para poder mirarme, ya que no podía girar la cabeza.

- ¡HOLA! - saludó con el mismo entusiasmo, alzando un vaso prácticamente vacío. Malo, eso era malo. Aunque al menos parecía que el alcohol le había hecho olvidar que me odiaba.

- Este ... hola – carraspeé, sin saber bien qué hacer -. ¿Qué ... están haciendo?

Se miraron un momento y luego contestaron al unísono.

- ¡CELEBRAR!

- Ajá ... ¿qué celebran exactamente? - eso si que era inverosímil.

No se si alguno tuvo la intención de contestarme, pero a ambos les entró un ataque de risa a la vez, así que me quedé con las ganas de saber que celebraban.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora