Cap 66: "Aliens"

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DUL


- ¿Ya te he dicho lo mucho que me alegro de que estés aquí? - pregunté moviéndome un poco para poder mirarla a la cara.

- Pues si Dulce, como diez veces, pero mi ego puede escucharlo muchas veces más – respondió mi abuela con su eterna sonrisa.

Estábamos en mi cama, ella sentada y yo tumbada con la cabeza apoyada sobre su regazo, como siempre que yo necesitaba sus palabras de consuelo, aunque en ese momento su mera presencia era como un rayo de luz en medio de la bruma en la que me encontraba perdida. Me sentía apabullada, habían ocurrido tantas cosas en tan poco tiempo... me parecía estar en una montaña rusa, subiendo y subiendo hasta que, inevitablemente, toda esa subida se convirtiera en una gran bajada a toda velocidad.

- Aunque, por mucho que alimentes mi ego, no deja de preocuparme el hecho de que estés tan necesitada de mi Dul, ¿pasa algo?

Maldije en mi fuero interno el que fuera tan perspicaz. O quizás en cierta forma quería que notara que me pasaba algo para poder hablar con alguien. Mi mamá no pasaba demasiado tiempo en la casa y cuando lo hacía, no me prestaba apenas atención, igual que yo a ella. Nos juntábamos durante las comidas, comentábamos dos o tres temas sin importancia y ya. Con decirles que tenía una relación más estrecha con don Sebastián a pesar de que no teníamos parentesco...

- Digamos que... las cosas han estado medio raras por aquí últimamente... - respondí de manera evasiva.

- Raras de, "híjole, mira nada más que color tan raro tiene el cielo hoy" o raras de "híjole, mira esos aliens que han venido a invadirnos, se están comiendo las cabras".

- Creo que se acerca más a lo de los aliens – admití con una carcajada apagada. Ni siquiera el increíble éxito de la obra, unido a la visita de mi peculiar abuela, había podido levantar mi humor.

- Entonces es grave, porque aliens que se comen cabras... de todos es sabido que prefieren cerebros humanos – bromeó la abuela, mientras peinaba mis cabellos con sus manos, pero al ver que era incapaz de reírme, se puso más seria -. Cuéntame nena, te escucho.

- Te diría que no sé por donde empezar, pero es que mi problema puede resumirse en una palabra – suspiré mientras me incorporaba hasta quedar sentada.

Me apoyé contra la pared, mientras que mi abuela cruzaba las manos y las dejaba caer sobre su regazo, donde segundos antes había estado mi dura cabeza. Por su rostro cruzó la comprensión, al mismo tiempo que en el mío se fruncía el ceño.

- Poncho – dijo con una ligera sonrisa.

- Si, alias "bipolar" - refunfuñé.

- ¿Qué les pasó a mis ardillas? ¿Se pelearon por una rama o qué? - se burló mi abuela. ¡Qué chistosa! ¡Yo frente a mi peor crisis existencial y ella riéndose de mí!

- Mal empezamos si quieres ayudarme burlándote de mí – hice algo de berrinche.

- Perdón Dulce, pero es que se me hace raro que ustedes dos se hayan peleado, supongo que será por algo sin importancia, si son como uña y mugre, ******* y calzón, papas y ketchup...

- Pues ese es el problema, que la mugre se fue para otra uña, que ya no hay ******* en el calzón, que ahora las papas solo llevan mostaza...

- Creo que nos pierde la retórica hija – me cortó mi abuela, supongo que perdida con los símiles. Tampoco yo sabía demasiado bien lo que quería decir.

- El caso es que... - me detuve para pensar bien como se lo explicaba sin que pareciera una estupidez.

Daba igual, de cualquier forma sonaba a la típica pelea adolescente de dos amigos. Ok, no era una pelea, era simplemente que uno tenía novia e ignoraba a la otra, era ley de vida, el mismo me había advertido que ocurriría. Pero eso no me consolaba de ninguna manera.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora