Poncho
Esperé todo lo pacientemente que pude, tamborileando con los dedos sobre el marco de la puerta, mientras mi hermana lavaba cada una de las treinta y dos piezas de su dentadura con una parsimonia exasperante. Me dedicó una sonrisa llena de dentífrico, pero en lugar de enjaguarse la boca, siguió pasando el cepillo de arriba hacia abajo, de un lado hacia otro. ¿Tanto miedo le tenía a las caries o qué?
- ¿Te falta mucho? - pregunté luego de cinco minutos de resoplidos constantes.
- No, nomás los de abajo – o algo así.
- ¿Podrías darte prisa? Quiero ducharme.
Escupió.
- ¿Cuál es la prisa? Tampoco hueles tan mal...
- ¡Ya sé que no huelo mal! – me indigné.
- Qué genio... - se quejó ella -, ¿mala noche?
- Las he tenido mejores – murmuré. ¡Y tanto!
- ¿Qué? ¿Tuviste pesadillas?
¡Ojalá!
- Déjalo así, solo acaba, por favor – le pedí, tan civilizadamente como pude.
Debió de convencerla mi cambio de actitud, porque de inmediato se enjuagó y terminó. Estuve tentado a cerrar los ojos por si me deslumbraba el brillo de sus dientes, pero en lugar de eso la empujé ligeramente y la eché con mucho disimulo del cuarto de baño. Cerré la puerta tras de mi, pero no me acordé de no poner el pasador, cosa muy productiva minutos más tarde. Yo sé lo que digo.
Me quité la pijama deprisa, como si el agua fuera a arrastrar todos mis problemas. ¿A poco no sería bonito que con un simple regaderazo todo se arreglara? Estaba bastante seguro de que no sería así, pero de todas formas tenía que asearme. Tan pronto como cerré la cortina de la ducha y le abrí al agua, noté como me destensaba. Eso era justo lo que necesitaba. Luego de cinco minutos bajo ese chorro de felicidad le cerré y busqué a tientas el champú. Encontré el de mi hermana, especial para rizos. Me daba igual, era champú a fin de cuentas. Empecé a enjabonarme el pelo cuando escuché que alguien abría la puerta. Cubriéndome con la cortina a modo de toga (no sabía quien era, pero incluso con la gente de mi familia prefería el mínimo exhibicionismo posible), asomé mi cabeza llena de espuma, dispuesto a echar al intruso, quien, casi seguro al cien por cien, era mi hermana. Pues no.
Dulce se quedó mirando con la misma estupefacción que yo mismo sentía, sosteniendo un peine en alto. Bien, justo a la última persona que quería ver. Si incluso había pensado en ir a desayunar a casa de Aarón para no verle la cara. Otra opción habría sido el Tequila, pero solo pensar que podría ser Derrick quien me sirviera el desayuno me cerraba el estómago de puro coraje.
- Lo siento, Loli me dijo que no había nadie – se disculpó atropelladamente. Podría pensar que ese nerviosismo se debía a mi anatomía desnuda, pero uno, no se veía nada, y dos, seguro que con la anatomía de Derrick estaba más que satisfecha.
- Ya ves que si hay, así que ... - señalé la puerta con la barbilla.
- Se me ocurre algo mejor – y acto seguido, puso el pasador, dejándonos encerrados dentro del baño. La miré como si estuviera loca, que era precisamente lo que yo creía.
- ¿Qué estás haciendo?
- Asegurarme de que me escuchas – respondió, como si eso tuviera lógica.
- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? - me sorprendí, ciñendo más la cortina sobre mi.
- Si no puedes escapar tendrás que escucharme, a no ser que te tapes las orejas y te pongas a cantar – explicó, recogiendo la ropa que acababa de quitarme. Como me conocía, sabía que encuerado no saldría.
ESTÁS LEYENDO
Un Verano para Recordar
RomanceEsta historia es una de las mejores que he leído, y me he leído muchiiiisimas.. La escribió una chica de España que se llama Miri (en el Foro de Univisión su usuario era chukypollito) y es simplemente hermosa, cuenta la historia de amor de Dulce y P...