Capítulo 78 "Explicaciones"

355 19 14
                                    

DUL


- ¿A dónde vamos? - pregunté con impaciencia. Me recordé a un niño chiquito cuando va con sus papás y les pregunta cuanto falta para llegar.

- A un lugar tranquilo – respondió sin alejar la mirada de la carretera en ningún momento.

- Menuda pista, esto es un pueblo, todos los lugares son tranquilos – bufé, mirando hacia fuera. Las calles estaban completamente vacías, los mayores estaban en la cama y los jóvenes, concentrados en el Tequila y sus inmediaciones.

- Estamos llegando – añadió con tono paciente, como si estuviera hablando con un escuincle.

Me obligué a no ofenderme por el tono, pero lo mío me costó. Me recosté aun más sobre el asiento, cerrando los ojos, tratando de no pensar en lo que venía a continuación. Iba a decirme que Ximena era su novia, que se quedaría todo el verano en Ikal y como a ella no le latía nuestra amistad, se pasaría los próximos meses ignorándome. Y ahí yo me pondría como una fiera o a llorar. Con alguien tan volátil como yo, nunca se sabe. Noté como los ojos empezaban a humedecérseme ante la idea de que se alejara tanto de mi. E hice lo posible por distraerme.

- ¿Viste a Mai?

Mi voz no sonó demasiado alegre, pero por lo menos estaba firme.

- Si. Estaba bailando con Diego y no quise interrumpir.

- ¿Hacen bonita pareja, verdad? - inquirí, con voz soñadora. Diego era un chavo increíble, lo que Mai se merecía. Lo que no disminuía mi tristeza por el amor no correspondido del pollo.

- Diego es un buen chavo, espero que cuide a Maite – asintió con convencimiento. No se había mostrado tan tolerante en cuanto a la posibilidad de que yo y Aarón tuviéramos algo, sin embargo.

- Lo hará. Deberías haberlo escuchado hablando de ella en los ensayos de la obra. Adora a Mai – sonreí ligeramente al recordar como se sonrojaba Maite cuando yo le contaba estas cosas.

- Mai se lo merece. Hemos llegado.

Miré a través de la ventana, parpadeando rápidamente para despejar las lágrimas que se habían formado. Me froté los ojos al tiempo que simulaba un bostezo. Así lo despistaría. Me di cuenta de que estábamos en el parque, donde unas horas antes había estado platicando con don Sebastián acerca de Poncho. Irónico ¿eh?

Escuché el chasquido de su cinturón y me dispuse a desabrochar el mío. Me sentía como a punto de aventarme a una alberca, sin haberme asegurado antes de si tenía agua. Aún así, abrí la puerta con aparente decisión. Él estaba empeñado en pensar en mi como una escuincla, y yo estaba empeñada en mostrarle que ya no lo era, y que podía afrontar conversaciones maduras como la que seguramente tendríamos a continuación.

Echando ya de menos el calentito y cómodo asiento del carro, posé mis vertiginosos zapatos en la vereda. Me disponía a voltear para cerrar la puerta, cuando Poncho se me adelantó y me apartó ligeramente para cerrar él. Parecía apurado. <<Si que debe de tener ganas de regresar con su novia>>, pensé, dejando escapar una mueca de disgusto.

Caminamos en silencio, uno al lado del otro, pero sin tocarnos. Lo miré de reojo un par de veces, mordiéndome la lengua cuando notaba que se me iba a escapar algún reclamo. Yo ya le había dicho lo que quería y no iba a repetírselo más. No era hora de reclamos, más bien tocaban explicaciones.

Poco después llegamos a la banca en la que nos habíamos sentado unos días atrás. Yo no lo había hecho a propósito, pero no sabía si podía decir lo mismo de él. Se sentó e inmediatamente suspiró, dejando caer la cabeza sobre sus manos. Entrelazó sus dedos con sus oscuros rizos, y estuve tentada a hacer lo mismo, pero me contuve. Me situé a su lado, aunque manteniendo cierta distancia de seguridad, y crucé las piernas, más por no exhibir que por elegancia. Esperé pacientemente, lo que era todo un mérito, teniendo en cuenta que la paciencia y yo nunca nos habíamos entendido demasiado bien.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora