Minutos antes...
Aunque no sabía mucho de asuntos legales, supuse que podría pedirle una buena indemnización a Maite por los agujeros que de seguro había hecho en mi espalda, de tanto que me clavaba sus huesudos codos en ella. Les juro por mi madre que iba como tortuga, pero es que Mai se ponía nerviosa incluso en una cuesta yendo en bici.
- ¡Frena! - gritó al fin.
Y yo por no escucharla más, me eché a un lado y frené, mientras ella se bajaba de la moto quitándose como pudo el casco, tenía las piernas temblando y a punto de sufrir un ataque de nervios.
- Mai, te lo avisé - le dije mientras me bajaba también dejando el casco sobre la moto.
- Estoy bien - repuso al instante, y si no fuera porque le temblaba la voz y estaba pálida como un muerto, me lo hubiera creído.
- Se nota - contesté sarcásticamente mientras ella inspiraba y espiraba unas cuantas veces.
- Ya Ponchito, ni creas que porque casi me mata ese cacharro se me va olvidar preguntarte que te traes con Dul - me espetó de pronto.
- ¿Yo? Nada... - traté de salirme por la vía fácil.
- Ay si como no... - bufó Mai y se me hizo raro, normalmente es una niña muy tierna pero cuando se trataba de defender a sus amigos, sacaba las uñas - no te hagas Poncho, porque hoy todo el día la trataste como si no se conocieran desde hace más de una semana y sabes que es tu mejor amiga, además también es mi mejor amiga y simplemente quiero saber porque estás así con ella, no me gusta que la lastimen y mucho menos tú - acabó con su retahíla cruzando los brazos sobre el pecho.
- Mai, lo siento, tú mejor que nadie sabes que odio hacerle pasar cualquier mal rato a Dul pero... - Dios, el no poder hablar con nadie me estaba matando, necesitaba contárselo a alguien, pero mi sentido común me decía que Mai no era la persona más indicada para este problema en particular.
- Poncho, soy tu amiga y sabes que puedes confiar en mí, cuéntame lo que está pasando, igual y puedo ayudarte – insistió apoyando su mano en mi brazo.
- No, no puedes Mai, pero gracias... - negué sacudiendo la cabeza - no sabes como me gusta ver como se cuidan Dul y tu – añadí alzando mi mano para acariciar su cabeza.
- Ninguna de las dos ha tenido hermanos... supongo que es por eso, somos las hermanas que nunca hemos tenido – divagó encogiéndose de hombros.
- Supongo... - acepté con un suspiro.
- Poncho... está bien, entiendo que a lo mejor son cosas demasiado personales y no me quieres contar... pero solo respóndeme algo ¿es una cosa tan grave como para terminar con casi dieciocho años de amistad? – preguntó mirándome muy fijamente, como si quisiera hipnotizarme.
Reflexioné un momento antes de responderle... ¿de verdad valía la pena dejar que se echara a perder nuestra amistad solo por eso? Estaba claro que tenía que hablarlo con alguien, pero mientras tanto ¿tenía derecho a lastimar a Dul por algo que, visto fríamente, no era para tanto? A ver, me había puesto "alegre" al dormir con una chava que, francamente, era muy bonita, era una reacción fisiológica natural... y fue en un momento en el que se me olvidó que era como mi hermana... en ese momento tuve muy clara la respuesta que debía darle a Maite.
- No... y no creo que nunca vaya a ocurrir algo tan grave como para que se termine mi amistad con Dul – la tranquilicé sonriendo, me sentía tan aliviado... y a la vez tan estúpido, ¡si tenía problemas debía enfrentarlos, no huir de ellos!
- No sabes como me alegro de oír eso – repuso sonriendo también, y al igual que yo parecía aliviada... a pesar de que nos llevábamos muy bien con los "riquillos" todos teníamos muy claro que entre nosotros, los chavos del pueblo, que nos habíamos criado como si todos fuéramos hermanos, la amistad era mucho más fuerte.
- Pero ya vamos a buscarla, ¿no? – la apremié poniéndome el casco de nuevo.
- Eh... si... yo... – empezó a titubear, mirando con aprehensión a mi querida moto.
- Maite, no manches, iba a cuarenta, es imposible matarse a esa velocidad – bufé despectivamente, y es que no podía entender como se asustaba a esa velocidad, si hubiera jurado que el marido de la señora Valente, que tiene cerca de sesenta años, nos había adelantado andando.
- Eso dices tu, pero que tal que nos caemos y nos golpeamos la nuca en la vereda – sugirió nerviosa.
- ¿Otra vez viendo programas de trompazos? – entendí sonriendo.
- Giovanni lo puso el otro día y no me quedó de otra que verlos – me dijo acercándose dubitativa a la moto, como si se tratase de un león que pudiera atacarla.
- ¡Ya sube! – le ordené prendiendo el motor.
- Ahí voy... – aceptó resignada sentándose tras de mi y aferrándose a mi espalda como si fuera un chaleco salvavidas.
- Recuerda que necesito respirar para manejar – me burlé sonriendo.
La pobrecita de Mai no contestó, seguramente el miedo le impedía dar cualquiera respuesta racional en ese momento. Puse la moto en marcha de nuevo y aceleré suavemente, no quería tener que ir al hospital al día siguiente para ver como seguía Mai de su infarto.
Recorrimos las calles de Ikal rompiendo el silencio con el rugido de la moto y algún que otro alarido de Mai, hasta que finalmente llegamos al consultorio del doctor Zaldívar y estacioné la moto cerca de la puerta, por si Mai estaba en un estado demasiado deplorable como para caminar.
- Gracias a Dios – suspiró tan pronto se bajó, y créanme que no le faltó nada para ponerse a besar el suelo.
- Exagerada – musité tan bajo que no me oyó.
Ucker nos vio y salió a nuestro encuentro. Torcí el gesto, eso significaba que había dejado sola a Dul, algo que no me gustaba nada.
- Antes de que me digas nada me ofrecí a entrar pero no quiso – me aclaró al ver mi expresión.
- No iba a... – empecé a protestar.
- Igual y no, pero lo estabas pensando – me interrumpió sonriendo con suficiencia. Vaya, que predecible soy...
- Da lo mismo, ¿todavía está con el doctor? – pregunté rápidamente.
- Si, entró hace unos minutos – me informó mirando raro a Maite.
Me sorprendió que la viera así, por lo que hice lo mismo y dirigí la mirada hacia ella, tenía la misma cara que Giovanni cuando vio la mano de Dul... y agregué una nota mental para mi mismo, "no volver a llevar a Mai en la moto".
- Mai, ¿estás bien? – y la pregunta fue algo estúpida de mi parte, por la cara de muerta que tenía se notaba que no estaba bien.
- Necesito sentarme en algo que no vaya a cien por hora – admitió con voz temblorosa.
- Ay Dios mío... – me quejé sujetándola por la cintura y guiándola hasta el interior del consultorio, donde la dejé en una de las sillas de la sala de espera, mientras Veva, la afable recepcionista, nos miraba con curiosidad.
- Menudo día... Mai, cariño ¿qué te pasó? – se asustó la pobre mujer.
- Nada Veva, estoy bien, no te preocupes – le quitó importancia echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
- ¡Pero como que nada si estás como si te hubieran metido en una lavadora! – se indignó Veva acercándose a nosotros.
- Tranquila Veva, en un ratito se le pasa, digamos que no le sienta bien la velocidad – le expliqué sentándome al lado de Maite.
- Ay Maite, ¿no me digas que te subiste en la moto con Poncho? Si de pequeña te mareabas en el carrusel, ¿cómo se te ocurre? – la reprendió, pero así y todo, no dejaba de parecer una madre cariñosa.
- Veva, es que veníamos a ver a Dul – le expliqué y asintió sonriendo comprensiva - ¿crees que pueda pasar?
- Al doctor Zaldívar no le gusta que le interrumpan mientras está con sus pacientes pero... – dudó un instante y la miró con ojos de perrito abandonado – ay es que a esos ojos verdes no puedo negarle nada... – se dio por vencida mientras yo sonreía por la victoria – está bien, haré una excepción por ser tú – decidió al fin.
- ¡Gracias Veva! – le dije muy sinceramente parándome y besándole un cachete – oigan cuídenme a la Mai en lo que estoy dentro – les pedí a Veva y Ucker.
- Claro, no te preocupes – asintió Veva sentándose junto a Mai mientras Ucker afirmaba con la cabeza.
Di una última palmada cariñosa en la cabeza de Mai y eché a correr hacia el consultorio del doctor Zaldívar, di tres golpes apresurados en la puerta y, aunque es de muy mala educación y no tenía por costumbre hacerlo, no esperé a que nadie me contestara y entré así, sin permiso. No conocía esa parte mía tan impetuosa... y según avanzó el verano, fui descubriendo otras cosas de mi que jamás hubiera sospechado.
Hola niñas.. Disculpen que ayer no les puse capitulo pero es que no tenia electricidad!! Pero no se preocupen que hoy les coloco dos!!! Pobre Dul!!! Otra visita más al doctor!!!
No me gusta hacer muchos comentarios sobre los capitulos que subo porque puede ser que se me escape algo, pero solo quiero que presten mucha atención a la última línea que dice Poncho en este: "y según avanzó el verano, fui descubriendo otras cosas de mi que jamás hubiera sospechado" es bastante profética!! JAJAJAJA
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Un Verano para Recordar
RomanceEsta historia es una de las mejores que he leído, y me he leído muchiiiisimas.. La escribió una chica de España que se llama Miri (en el Foro de Univisión su usuario era chukypollito) y es simplemente hermosa, cuenta la historia de amor de Dulce y P...