Capitulo 37 (Dul)

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¿Ya es de día? Esa era la pregunta que me hacía todas las mañanas al despertarme, y ese día en particular, no había sido distinto. La luz que se filtraba por mi ventana me confirmaba que si, desgraciadamente, mis horas de sueño se habían acabado... y curiosamente tenía la impresión de que acababa de acostarme.

Traté de abrir los ojos otra vez, luchando contra la flojera que me invadía y recordándome a mi misma que debía levantarme para ir a trabajar. Fruncí el entrecejo, confundida y desorientada. Palpé con mi mano izquierda y decidí que definitivamente aquello no era un colchón. Despegué los párpados y alcé la mirada, para toparme con el rostro de Poncho, quien dormía apaciblemente, con una ligera sonrisa. Sonreí enternecida, enredé mi mano sana en sus rizos y le besé una mejilla. No entendí que hacía en mi cama pero tampoco me importó mucho en ese momento, ya se lo preguntaría después, total, estaba dormido y así no podía fregar con lo de la Universidad. Aún sabiendo que llegaría tarde a trabajar, dejé que la flojera le ganara un poco de terreno a la responsabilidad y cerré los ojos de nuevo, acurrucándome contra Poncho y apoyando de nuevo mi mano en su pecho. Hasta ese momento nunca me había detenido a pensarlo, pero tenía unos pectorales muy bien definidos... extendí mi mano temblorosa y con un movimiento lento y sobre todo ligero, me deslicé por su pectoral, bajé la mano, pasando por su pezón y llegando ya a... Dios que bien puestos tenía los músculos del abdomen, todos duritos... Y en ese momento un suspiro de Poncho me sacó de mi trance.

Alcé los ojos con el corazón desbocado, pero para mi fortuna seguía dormido, el suspiro había sido en sueños. Tragué ruidosamente, muy nerviosa. ¿Qué acababa de hacer? ¿Había toqueteado a mi mejor amigo mientras dormía? Pero es que la culpa era suya, yo estaba en una edad muy hormonal y él llevaba una playera demasiado apretada...

<<Ni aunque fuera encuerado Dulce, ¿qué te pasa? ¿te volviste completamente loca o qué? Poncho es tu amigo, tu mejor amigo, no puedes verlo de otra forma y mucho menos puedes andarlo toqueteando como... como si te gustara>> - me regañé con toda la razón del mundo, cuando la tengo hay que dármela.

Muy a mi pesar, saqué mi mano de su pecho y traté de separarme de él, pero me di cuenta de que me tenia agarrada por la cintura.

<<Ponchito, a mis hormonas y a mi no nos estás facilitando las cosas>> - bufé mentalmente.

Con mucho cuidado de no despertarle, llevé mi mano no herida hasta la suya y poquito a poco traté de separarla de mi cintura, aunque fue peor el remedio que la enfermedad, porque justo en ese momento me jaló hacia si mismo, quedando atrapada en su abrazo.

<<Dios ¿ahora como le hago para salirme de aquí?>> - me desesperé mirando hacia los lados.

No quería despertarle, primero porque llevaba bastantes días acostándose a las tantas y a Poncho le chocaba trasnochar, así que supuse que estaría agotado, y la segunda... ok, porque no quería que siguiera de intenso con lo de la Universidad.

Torcí el gesto frustrada, sin ver como zafarme de aquella situación. Admito que no era una tortura precisamente, estaba muy cómoda en medio de sus brazos pero... ¡Tenía que irme a trabajar!

De repente un chirriante ruido inundó la habitación y yo diría que toda la casa. Alcé la cabeza, sobresaltada, hasta que caí en la cuenta de que no era ninguna amenaza de bomba ni nada por el estilo, si no mi despertador, que había hecho acto de presencia a pesar de que yo no recordaba haberlo activado. Seguramente había sido Mai.

Malhumorada por el incesante pitido, me medio incorporé sobre la cama sin mucha consideración con el pobre Poncho, me alcé sobre mis rodillas y pasé la parte superior de mi cuerpo por encima de él para alcanzar mi buró. Apoyé mi mano vendada sobre el mueble mientras que con la otra agredía al méndigo aparatejo para que dejase de sonar, cuando un latigazo de dolor atravesó mi mano vendada y tuve que soltarme. Emití un pequeño grito esperando el impacto de mi nariz contra el suelo cuando noté como Poncho me tomaba de la cintura y me llevaba de nuevo a la cama, bueno, más bien me dejó literalmente encima suyo.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora