Capítulo 168 "La indemnización"

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Apenas conseguí pegar ojo esa noche, más que nada porque esas dos se quedaron a dormir, y para no llevarse demasiado bien, hablaban por los codos. Eran como un par de loros con el día especialmente parlanchín. Lo peor era que la mayoría de las conversaciones se centraban en mí, lo cual hubiera estado muy bien si tuviera un gran ego, pero como tampoco era el caso, dado el momento me acosté y las dejé seguir debatiendo.

Cuando me desperté era pasado el mediodía, o eso conseguí ver en mi celular después de cinco intentos de abrir los ojos por completo. Me incorporé un poco, y si, Las gemelas de Sweet Valley como había decidido llamarlas después de semejante compenetración la anterior noche, seguían durmiendo a pierna suelta, una en el otro extremo de mi pequeña cama, y otra en el piso directamente. Eché las piernas fuera de la cama, notando unas más que molestas punzadas de dolor en ambos costados y en la cabeza. Me había quedado dormida, así que no me había tomado la medicación que correspondía al desayuno. Volví agarrar el celular, para mirar que hora era. ¿No les pasa que acaban de mirar la hora y tienen que volver a mirarla porque no saben que hora es? Pues eso es lo que me pasaba a mi. Las doce y media. En fin, algo tarde para desayunar. También me di cuenta de que tenía un mensaje. Lo abrí mientras me frotaba un ojo dónde se me habían pegado un par de pestañas, lo cual me dificultaba la visión. Era de Poncho. He ido a vigilar a Aarón. ¿Nos vemos en la tarde?

Vaya, nunca habíamos necesitado de tantas ceremonias para vernos. Simplemente el tocaba la puerta, si estaba en casa bien, si no se acercaba al Tequila, dónde seguramente no había fallo para encontrarme. Me encogí de hombros, resignada. Tendría que decirle en algún momento lo de recuperar nuestro viejo sistema para vernos, porque yo no tenía crédito para andarle llamando cada vez que quisiera verlo. Me salía más barato lanzarle piedras a la ventana.

Por otro lado, eso me daba oportunidad de ir hasta el Tequila. Estaba claro que tendría que hacerlo con la máxima discreción posible, porque si me cachaba mi abuela me ataría a una de las patas de la cama. Pero yo necesitaba ir, necesitaba trabajar, si me quedaba en casa tirada en el sofá viendo la tele me volvería loca de tanto pensar.

Con el mayor sigilo posible, me quité mi pijama y lo dejé con delicadeza sobre la cama en la que aun descansaba Maite. Agarré lo primero que encontré, una camiseta de manga corta roja y unos shorts negros. Recordé que había dejado unas chanclas negras en algún punto del salón, así que me encaminé hacia allí, sorprendida de que ninguna se hubiera dado cuenta de nada. Si que debían haber terminado tarde la charla.

De camino al salón, me detuve en el baño y me recogí el cabello en una poco elaborada cola de caballo. Me lavé la cara y, por muy pocas ganas que tuviera y el dolor que me ocasionaba mover los brazos, me forcé a maquillarme mínimamente, porque con la cara que tenía don Gabino no me permitiría reincorporarme hasta que le jurara que dejaría mi papel en The Walking Dead para dedicarme en exclusiva a su negocio.

Muy lejos de estar satisfecha con el resultado, pero con la firme convicción de parecer alguien que no pertenece al mundo de los zombies, me encaminé escaleras abajo, recordándome que tenía que tomar los calmantes que me había recetado el doctor, sobre todo por el dolor de los costados. Al parecer tenía una pequeña luxación en una de mis costillas, lo cual no era precisamente poco doloroso. Me asomé ligeramente a la cocina, para mi suerte desocupada, y en algo parecido a un rápido movimiento, llegué y agarré la pastilla, un vaso de agua y ya está. Contenta y a la vez sorprendida por mi suerte, caminé en la punta de los pies hasta la puerta principal, rezando porque las méndigas pastillas hicieran su efecto rápido. Y justo cuando estaba por alcanzar la libertad ...

- ¡DULCE! - gritó mi abuela tan cerca de mi que supuse que la tendría pegada al trasero. Volteé rápidamente, asustada por el alarido.

Y todo volteó tan rápidamente que me tuve que apoyar en la puerta y cerrar los ojos para no caerme. Efectos secundarios de mi amiga la conmoción.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora