Capítulo 188 "Intimidad ... o falta de ella".

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Dulce


Cómo pudimos dormir seis personas en una casa tan pequeña, siguió siendo un misterio para mi incluso tiempo después. La velada se prolongó hasta las tantas. Ni un reproche entre Annie y Aarón, a pesar de que, quien más quien menos, les echaba miradas como si se trataran de residuos nucleares. Mai no mencionó a Diego en toda la noche, lo cual dejaba al pobre y maltratado corazón de Giovanni, respirar aliviado. Por último, ninguna insinuación sobre Poncho y yo, al menos que pueda recordar, pero a partir de la tercera botella vacía en el piso, los recuerdos se me difuminan ... ¡incluso Maite bebió! Poncho fue el único que se mantuvo fiel a su ley seca.

Así pues, fue el único que se vio en condiciones de irse a casa, una vez constatamos que nadie podía beber más. Irónicamente, era el que más quería que se quedara, pero a pesar de mis ruegos en la puerta de la casa mientras los demás dormitaban y vomitaban dentro (ruegos, sobeteo, uso de la lengua ... llámenle como quieran), no conseguí hacer flaquear su decisión. Aunque estuve a punto. O eso creo.

Cuando me desperté, allá por las once y media de la mañana (bendita hora en la que Derrick se quedó con el primer turno) Mai estaba tirada conmigo en la cama, roncando ligeramente (¡roncando!), con una pierna encima de mi barriga y un codo en mi cara. Totalmente posición twister, lo sé. Para cuando conseguí sacármela de encima y salir de la cama en busca de agua para mi lengua de estropajo, Annie salía de la habitación de mi madre ataviada con la playera que Aarón llevaba la noche anterior. Sobra decir quien estaba dentro. Me miró con la cara de un cervatillo deslumbrado por los faros de un coche antes de ser atropellado, pero hice un vago gesto con la mano, que si bien podía significar todo o nada, ella comprendió a la perfección. Era algo así como "no voy a meterme en sus asuntos, mi cruda está demasiado presente como para eso". Asintió con un gruñido y se metió en el baño. Bajé las escaleras como un zombie, y al pasar al lado del salón, junto a las botellas vacías, descansaban Giovanni y Chris en el mismo sofá, abrazados, con la cabeza de Giovanni reposando en el pecho de Chris y el brazo de este protectoramente sobre su primo. Parpadeé varias veces, lamentando no tener la energía suficiente para subir a por mi teléfono y sacarles una foto. Chris me pagaría muy bien por hacerla desaparecer.

Ya en la cocina, abrí el refri, donde quedaron sobras de la cena (de la comida en todo caso, de la bebida no quedaba ni el recuerdo) y agarré una botella de agua fría de dos litros. Ni vaso ni nada, empecé a beber a morro, a pesar de que me empezó a doler la frente por lo fría que estaba. Sin exagerar, bajé medio litro de agua sin respirar. En un alarde de finura por mi parte, me sequé los restos de agua con el dorso de la mano. Si, era un dechado de buenas maneras. Y ese fue el momento justo que escogió Poncho para asomarse por la ventana, que, por cierto, habíamos dejado abierta. ¿No era conmovedor nuestra fe ciega en la humanidad? O más bien lo borrachos que estábamos.

- ¿Buenos días o estoy siendo muy optimista? - se burló.

Me tomé un momento para analizar mi estado general. A parte de una sed terrible, la lengua reseca y unos punzantes y persistentes dolores en mi cabeza ... las había pasado peores.

- Te sorprenderá, pero creo que soy la que en mejor condiciones está – repliqué, con la voz algo ronca. Es que la fiesta de anoche había sido memorable.

- ¿Incluyendo a Mai? - se sorprendió. Asentí con vehemencia -. Eso si que no lo esperaba.

- Y hablando de cosas inesperadas ... ¿traes tu teléfono? - quise saber. Lo sacó del bolsillo, intrigado.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora