Capitulo 14 (Poncho)

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El agua volvió a alejarse de mi. Sabía que era un pensamiento estúpido, no se alejaba a propósito sino que era cosa de la dinámica del agua (recuerdo haberlo estudiado alguna vez), además de que el agua es una sustancia que carece de voluntad y de cualquier cosa que se le parezca, pero no sé, no pude dejar de pensar que lo hacía a conciencia, que todo el mundo me dejaba, que todos se acabarían apartando de mi, igual que Dul, igual que el agua. Menudo filósofo de cuarta estoy hecho.


Llevaba una o dos horas mirando el vaivén del agua, sin pensar en nada o, como mucho, pensando tonterías como la anterior. Y es que enfrentarse a la realidad es bastante duro, es mejor esconderla detrás de un muro de cosas banales, para dejar lo importante aislado. Pero era hora de enfrentarse el problema. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer y no puede huir, más cuando de lo que quieres escapar va contigo a todas partes, pues está dentro de tu cabeza. Bien, y sin más derribé el muro de cosas banales.


La cosa estaba así; yo estaba completamente sacado de onda porque mi mejor amiga me había echado en cara que no era capaz de hablar con la chava que me gustaba. Bueno, tampoco era el fin del mundo, me había peleado con Dul, ¿y qué?, mucha gente se pelea con sus amigos, con sus novios, con sus padres, con sus abuelos, con sus jefes, con sus amantes, con sus mascotas... pero luego hablan (en el caso de las mascotas el diálogo es un poco más complicado, por lo menos con mi perro Coco, que no le hace caso a nadie que no sea Loli) hacen las paces y como si nada hubiera pasado, a otra cosa mariposa, entonces, ¿dónde estaba el drama? Pues que en ese momento sentí que no estaba hablando con Dul, la vecina de al lado, con la que me comunicaba con teléfonos sofisticados hechos con dos vasos y un hilo cuando éramos pequeños, a quien le contaba todos mis problemas, quien se abrazaba a mi cuando tenía miedo en la moto... porque esa era una niña loca, tierna y divertida, mi mejor amiga. La mujer con la que yo había hablado por la mañana era eso, una mujer, capaz de usar sus palabras intencionadamente para hacerme daño, con la suficiente maldad como para herirme si así lo deseaba... ese era el problema, pero yo no sabía como enfrentarlo, había podido aceptar que los demás habían crecido, pero no me había dado cuenta de que ella, como todos nosotros, tampoco se había quedado atrás. Dulce ya no era una niña. Eso estaba chido, mejoraba la situación, por lo menos ahora ya sabía cual era el quid de la cuestión. Que yo sabía como manejar a Dul, pero no sabía que hacer con Dulce María.


Suspiré y volví a mis amigas las olas, que ahora se acercaban. Igual de imprevisibles que las mujeres, tan pronto se acercan a ti y tocan tus pies haciéndote cosquillas y dándote bienestar como se alejan y te dejan solo, en una playa, sin saber que hacer... mmm... ¿creen que debería visitar a un psicólogo?


- Hola Poncho – dijo alguien sin alzar mucho la voz justo a mi lado


Miré hacia atrás sorprendido. Yo no había escuchado a nadie llegar, pero claro, estaba tan perdido en mis desvaríos con las ondas, que me había olvidado completamente que había un mundo a mi alrededor que seguía girando y al cual le daba exactamente igual que nosotros no siguiésemos el ritmo que el dictaba. Annie estaba allí, sonriéndome, pero no era esa sonrisa de suficiencia que exhibía cuando quería hacer notar su presencia, era la clase de sonrisa de condescendencia que se le ofrecía a alguien como consuelo.


- Hola Annie... – musité sin ánimo. Ni siquiera la güera conseguiría sacarme de mi estado de depresión post-traumática


- Oye... ¿te apetece dar un paseo conmigo por la playa? – me sugirió dubitativa


Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora