Capitulo 52: "No necesitaba ningún héroe"

332 20 5
                                    

DUL

Menos mal que mi mamá quiso descansar después de un viaje tan pesado, porque yo necesitaba desesperadamente salir de allí. Me había marchado de casa de Mai con la idea de estar a solas un rato, pensar en todo lo que había ocurrido durante ese día y aclarar mis ideas, pero todo se fue al traste cuando vi a mi mamá en el salón de la casa. No me malinterpreten, me dio mucho gusto que regresara sobre todo porque al día siguiente era la graduación y me hubiera dado un paro cardíaco si ella no hubiera estado conmigo ese día, pero en aquel momento no deseaba ver a nadie, incluso me estaba planteando alegar alguna enfermedad para librarme de ir al último ensayo. ¿Si le había funcionado a la Ramona por qué no a mi?

Finalmente conseguí llegar a mi habitación, cerré la puerta suavemente y me recosté en ella, dejándome caer poco a poco hasta que mi maltrecho trasero fue a dar al suelo. Me dejé allí, sin ganas de moverme, más bien, sin ganas de hacer nada. Me aovillé, enterrando mi cabeza entre mis rodillas y dejando que mis lágrimas salieran al fin, luego de la peor mañana de mi vida. Lo primero que decidí era que yo no me merecía todo lo que me pasaba, estaba claro que no era un ángel, pero tampoco era como para que de repente todo el mundo pareciese en mi contra.

Primero, Ucker que siempre me había tratado con bastante respeto, parecía que ahora se las iba a dar de macho dominante, tratando de conquistarme delante de su novia, que si ya de por sí me odiaba, ahora, estaba segura, me haría la vida imposible. Pues que no se preocupara porque yo no tenía ningún interés en ese presumido arrogante, es más, se lo regalaba con moño y todo.

Después estaba Derrick. No era un problema en sí, o bueno, si era un problema porque ya no era un problema. Era raro, de pronto parecía que el mundo estaba al revés, los buenos eran malos y los malos se habían pasado al bando de los buenos. Con sus palabras se esforzaba en hacerme saber que seguíamos siendo enemigos, o bueno, no en el sentido estricto de la palabra, pero si estaba claro que una buena relación entre nosotros era una utopía. Pero no podía evitar recordar como me había defendido delante de Angelique, cuando Poncho había dejado que me humillara sin hacer nada al respecto. Quizás ese era mi problema, siempre había dependido demasiado de él, no estoy diciendo que fuera yo una inútil incapaz de valerse por sí misma, pero sabía que fuera cual fuese el problema, estaría allí Poncho para solucionarlo en caso de que se me torcieran las cosas. O eso era lo que había querido creer.

Quizás después de lo de Óscar había buscado una seguridad imaginaria, necesitaba asegurarme de algún modo que aquello no volvería a suceder, necesitaba desesperadamente creer que alguien se preocupaba por mí, saber que no estaba sola ¿y qué había hecho? Inventarme un héroe que estaba siempre conmigo para ayudarme, al que le había puesto la cara de Poncho. Pero no existía tal héroe, en aquel preciso instante me di cuenta. Estaba sola. Yo sola tenía que enfrentarme a mis problemas, nadie vendría corriendo a mi rescate cuando algo fuera mal, igual que nadie había acudido a mi rescate cuando ocurrió lo de Óscar.

De repente me sentí tan sola como si, aunque gritara, no hubiera nadie que pudiera oírme en todo el mundo. ¿Eso era hacerse mayor? ¿Sentir esa desprotección asfixiante, saber que inevitablemente estarás solo para enfrentarte a tus problemas? Supuse que a todos los niños les ocurría eso con sus padres, en cierto momento se daban cuenta de que ellos no lo podían todo, y que tenían que resolver sus propios conflictos. Curiosamente, yo nunca había pasado por eso porque yo nunca había gozado de la protección de unos padres. Mi papá me había abandonado antes de darme una oportunidad y mi madre... bueno, ella lo había hecho lo mejor que había podido y yo no tenía derecho a reprocharle nada, o al menos en aquel momento, lo sentía así.

Elena siempre me había dicho que seguramente a causa de la juventud de mi madre, pues me había tenido a punto de cumplir los veinte, no había sabido bien qué hacer conmigo. Que incluso ella, que era unos años mayor que mi madre y además contaba con el apoyo de su marido, se había sentido perdida sobre como criar a sus hijos. Y es que igual que nosotros no nacemos aprendidos para ser hijos, ellas no nacen aprendidas para ser madres.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora