Capítulo 130 "El momento de la verdad"

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Resultó que todavía no estaba todo perdido. Annie tenía un retraso de una semana, pero no se había hecho ninguna prueba, nos basábamos en ese retraso y en lo macho que fuera Aarón. Así que había muchas posibilidades de que el resultado fuera positivo, porque otra cosa no, pero Aarón era muy bueno en lo suyo, o al menos eso se comentaba. La había convencido para que se quitara esa pijama, que por el tiempo que había llevado casi podía estar pegada a su piel, y después de adecentarse un poco, nos dirigimos hacia algún pueblo cercano, en busca de una farmacia. Claro que había una en Ikal, pero al día siguiente habría la noticia de un baby boom por lo menos, y publicidad era algo que, definitivamente, no necesitábamos.

No había forma de ir discretamente en su ultra caro carro, en el que me sentía miserable con mi ropa barata y mis All Star sucias. Sentía que no era digna de molestar al asiento de piel con mi indigno trasero. Pero allí estaba, todo fuera por una buena causa.

- ¿Estamos cerca? - preguntó ella con voz tensa. Había estado algo incómoda, al parecer no le gustaba que su imagen perfecta tuviera alguna que otra grieta. Yo, por mi parte, sentía que era algo así como la caída de un mito, aunque me alegraba saber que era humana.

- Si, toma el próximo desvío a la derecha y ya estamos.

- Gracias – susurró, sin apartar la vista de la carretera.

- Bueno, te lo podría decir igualmente un GPS, pero admito que yo soy más agradable – bromeé. Era un alivio que pudiera irme del pueblo habiendo recuperado a alguno de mis amigos.

- No, gracias, por todo. No aguantaba más – admitió, dejando escapar un hondo suspiro. Tomó el mentado desvío.

- No tenías porqué hacerlo, deberías haber hablado con alguien – la medio regañé.

<<Ja, si, la que comparte sus problemas, ¿no?>>, se rió una voz en mi cabeza. Y tenía toda la razón del mundo, yo no era nadie para hablar porque yo nunca pedía ayuda.

- ¿Con quién? No tengo la suficiente confianza con Angelique, Maite se hubiera escandalizado y desde luego Aarón es la última persona en el mundo que quiero que lo sepa. También estaba Poncho, pero no ha estado muy comunicativo últimamente – me dedicó una mirada insinuante, pero fingí mirar el paisaje.

- Aarón debería saberlo, a fin de cuentas si tienes algo ahí dentro no lo hiciste tu sola – le recordé con cierta tensión. También podía darse el caso de que Aarón evadiera su responsabilidad y se fuera con otra. Esos casos se daban mucho en ese pueblo.

- Lo sé. Pero prefiero esperar, quizás no haya nada que lamentar después de todo – dijo mientras estacionaba frente a la farmacia.

"Nada que lamentar", había dicho. Como si aquel niño fuera una desgracia. Yo también lo esperaba, no eran necesarios más niños no deseados en el mundo. Con los que habíamos era suficiente. Abrí la puerta justo cuando ella abría la suya y ambas salimos a la vez. Nos quedamos mirando, ella con aprensión y yo esperando a que ella hiciera algún movimiento.

- El palito no saldrá aquí fuera buscarte – dije al fin.

- Y ojalá no tuviera que entrar yo tampoco a por él – suspiró. Me chocaba ver a Annie así, normalmente era una persona mucho más fuerte y valiente. Supongo que en esas situaciones uno conoce a las personas en realidad, y Annie en el fondo era una pobre niña asustada.

- Vamos – le agarré la mano y la obligué a entrar. Tampoco es que costara demasiado moverla.

Tan pronto entramos mi valor se evaporó un poco. La farmacéutica era una mujer entrada en años y en cierta forma, me recordaba a la Caníbal. Ni siquiera su sonrisa consiguió disminuir del todo la severidad que transmitía su rostro. Se ajustó la bata blanca mientras nos miraba. Miré a Annie, que temblaba como si se le hubieran evaporado los huesos. Bien, tendría que hacerlo yo. Era irónico que alguien virgen tuviera que pedir una prueba de embarazo, pero en fin, una debe hacer lo que debe hacer.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora