Capítulo 196 "Haz lo que puedas con los limones".

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Dulce

Suspiré, tirada en una de las tumbonas que había al lado de la alberca. Me desperecé, sin tratar de esconder la sonrisa perezosa que se extendía por mi cara. Eso era vida, sí señor. Es decir, una vida corta, porque en menos de una semana estaría de nuevo en el Tequila sirviendo cafés a jubilados por un sueldo miserable que me permitía colaborar con mi correspondiente mitad de los gastos de la casa, pero que no me dejaba mucho margen de ahorro. Y sin ahorro, tendría que vivir en Ikal hasta que mis oportunidades de irme no fueran más que un recuerdo. Y ahora si se me borró la sonrisa de un plumazo. Me removí en la tumbona, abriendo los ojos solo cuando noté como alguien se sentaba en la tumbona de al lado. Y cuando digo alguien, quiero decir una estampida de alguienes.

- ¿Qué pasa? – me asusté, incorporándome de un brinco.

Al lado Diego, con laptop en mano, Karla, Hugo con menos ropa que Taylor Lautner en la mayoría de sus películas, Jose y alguno que otro más me miraban como perrillos ansiosos por un delicioso saco de huesos. ¿Qué estaba pasando?

- Atrévanse a tirarme a la alberca y ninguno regresará vivo a sus casas – los amenacé, en serio. Había alzado el dedo índice para apuntarles, si eso no era serio no sabía que podía serlo, aunque supe que no me habían tomado en serio por sus sonrisas. Resoplé. No me había tomado la molestia de echarme la protección solar para que esta panda de graciosos me mojara toda.

- No te pongas loca Dulcinea, pero Charlie quiere hablar con nosotros – explicó Diego, sonriente. Enarqué una ceja mientras me levantaba para acercarme a ellos.

- ¿Charlie?

- En realidad es Maura, pero Charlie era un pobre intento de hacer gracia haciendo referencia a la película los Ángeles de Charlie, protagonizada por Cameron Diaz, Lucy Lu y ...

- Creo que ya lo ha entendido – interrumpió Diego a Jose. Le sonreí a Jose, quien me guiñó un ojo. Ese era había sido uno de nuestros pasatiempos favoritos durante los descansos de las clases de teatro, molestar a Diego. Siempre dentro de la legalidad, claro.

Así pues, todos nos congregamos alrededor de una de las mesas blancas redondas que estaban instaladas al lado de la alberca, donde habíamos planeado poner las bebidas durante la fiesta de aquella primera noche. Por suerte, como la excursión había sido plenamente pagada por nosotros, es decir, sin ayuda económica del instituto, no habíamos tenido que ir con supervisión, por lo que las bebidas podían ser con alcohol. Y como algunos de nosotros ya habían cumplido la mayoría de edad, todo resuelto. Como decía, todos estábamos expectantes esperando a que Windows Vista se dignara a encender.

- ¿Sabes que el siete es mejor, verdad? – le preguntó Hugo con cierta superioridad.

- Tranquilo Steve Jobs – bufó Diego.

- Oigan, ¿para qué nos quiere Maura? Sabe que estamos de vacaciones – quise saber, extrañada.

- Me llamó a mí, y después de disculparse ocho veces me dijo que era muy importante, que no nos molestaría de no ser así – explicó Diego, encogiéndose de hombros.

- Lo más raro es que le pidió que nos reuniera a los del grupo de teatro – agregó Karla. No entendí muy bien cómo consiguió que su voz saliera, apretado como estaba su pecho en aquel bikini, intentando que sobresaliera algo que, simplemente, no existía. Soy mala persona, lo sé.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora