Capitulo 6

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Sentir el rugido de mi moto al girar la llave supuso para mi lo mismo que para una madre oír la primera palabra de su hijo, o eso creo, pues en el campo de la maternidad no tengo mucha experiencia. Salí del garaje a poca velocidad, la verdad no quería darle motivos a mi mamá para despotricar contra mi bebé al regresar a casa.

En apenas unos segundos estuve frente la casa de Dul. Lo que verdaderamente me hubiera extrañado sería que estuviese frente la puerta esperando mi llegada, realmente entre nosotros había demasiada confianza como para que ella se sintiese violenta por hacerme esperar. La verdad, no me importaba esperarla, ya estoy curado de espanto, un día, cuando todavía estábamos en el colegio, estuve esperando como una hora a que saliese, acabé con las reservas de galletas que Alma tenía para un mes.

Decidí entrar a saludar y de paso presionar un poco a Dul, a lo mejor persiguiéndola por toda la casa resoplando de impaciencia resultaba y se apuraba, o simplemente se dedicaría a mirarme molesta ralentizando el ritmo a propósito para fastidiar. Me decanté más por la segunda opción.

Sin molestarme a tocar el timbre, abrí la puerta despacio y entré con toda confianza. Alma estaba todavía con su batín puesto, taza humeante en una mano y gritando hacia arriba. La historia de su vida.

- ¡¡¡¡¡¡DULCE BAJA DE UNA VEZ!!!!!!! – le ordenó Alma exasperada

- Buenos días Alma – la saludé para hacer notar mi presencia, pues por mucha confianza que hubiese, no se me olvidaba que no estaba en mi casa

- Ay buenos días Ponchito – me correspondió el saludo sonriéndome, volvió a mirar hacia arriba y empezó a berrear de nuevo – ¡¡¡¡¡¡¡DUL YA ESTÁ AQUÍ PONCHO ESPERÁNDOTE, NO ME HAGAS SUBIR A VESTIRTE!!!!! - la regañó, seguramente después de haber subido unas cuantas veces a sacudirla por un hombro para despertarla – lo siento Poncho, ya sabes como es... – se disculpó mirándome algo apenada

- No te preocupes, no hay prisa, además la conozco de sobra, ya sé a lo que me enfrento... – bromeé apoyándome contra la pared


- ¿Quieres pasar a la cocina y tomar algo? – me ofreció amablemente mi ex - suegra


- Muchas gracias Alma, pero acabó de desayunar, no creo que pueda comer nada en varios días, mi mamá debió de pensar que volvía de la guerra – y era verdad, ¡me había puesto tostadas en el plato como para alimentar a una legión!


- Ya, mi amiga es de la opinión de que a un hombre se le conquista por el estómago... – comentó Alma mirando impaciente hacia el piso superior – DU..... – empezó de nuevo


- Ya voy, ya voy, deja de gritar mi nombre o te voy a cobrar los derechos de autor... – la interrumpió Dul bajando las escaleras mientras se frotaba un ojo con el puño


La verdad todos los chavos del pueblo (incluidos Aarón y Giovanni, aunque yo les rogaba que se abstuviesen de comentarios de ese tipo en mi presencia), afirmaban que Dul era una chava super sexy, pero a mi no me lo parecía. No me malinterpreten, no estoy diciendo que no sea guapa, simplemente que yo no podía verla de esa forma, y menos cuando llevaba su pijama con dos gatos, se frotaba los ojos como hacían los bebés al despertarse, así con los puños cerrados y sonreía tan tiernamente.


- ¡¡Todavía estás sin vestir!!! – la regañó su madre


- Vaya mami que perspicaz estás esta mañana... – ironizó mi amiga reprimiendo un bostezo


- Dul por favor apúrate, vamos a llegar tarde – le rogué intentando evitar una pelea matutina madre – hija


- Está bien, ahí voy, ahorita bajo... – aceptó a regañadientes subiendo las escaleras acelerando el ritmo


- ¿Cómo lo haces? – me preguntó Alma alucinada


- ¿El que? – le respondí con otra pregunta, confundido. No sabía a que se refería, ¿se estaría volviendo loca por culpa de su hija?


- Me refiero a que te haga caso, llevo media hora diciéndole que se vista y llegas tu y con una frase ¡ya está! – me explicó sonriendo


- Ah – entendí y me encogí de hombros – pues supongo que es saber como manejarla...


- No seas modesto Poncho, yo más bien creo que es porque entre ustedes dos hay... – empezó como mi madre, pero para mi fortuna Dul me salvó de la encerrona.


- ¡¡Ya estoy!!! – anunció Dul mientras bajaba las escaleras de dos en dos

Otra cosa que me gustaba de ella, que no se tardaba tanto como suelen hacer normalmente las viejas (ustedes perdonarán, pero es cierto). Una vez que estaba despierta y con ánimos, le bastaban dos minutos para prepararse y salir tan bien como otra que se pasase dos horas frente al espejo. Tenis naranjas, jeans desgastados y top naranja anudado a la cintura. Sencilla como era ella.


- Ay hija no sé como te puedes tardar tanto para unas cosas y tan poco para otras... – rezongó su madre atándose mejor el batín


- ¿A que te refieres? – le preguntó Dul insinuante, haciendo que su madre su ruborizase. Neta deberían prohibirle hacer esas cosas.


- No seas boba, ya sabes de lo que estoy hablando... – le dijo Alma escondiéndose detrás de su taza de café


- Bueno mamita, nosotros nos vamos, cualquier cosa hablas al celular de Poncho, ok? – le comentó Dul a Alma cogiendo su chamarra del perchero


- ¿Qué pasó con el tuyo? – me extrañé. No era que no le dejase mi celular, no soy un egoísta, era simple curiosidad


- Pues... un consejo, no dejes que se te caiga en la tina, luego no funciona muy bien... – me dijo con esa sonrisa suya que tanto me gustaba, la de "ok, parezco un angelito pero a veces también hago cosas malas..."


- Está bien Dul, ¡pero ahora váyanse que no van a llegar! – nos advirtió Alma y en ese momento me recordó al conejito blanco ese de Alicia en el país de las maravillas, que andaba de intenso con el reloj.


- Ya vamos, ya vamos, porque tanto interés en corrernos de la casa eh? ¿Vas a tener visita? – la interrogó Dul alzando una ceja


- ¡Claro que no Dulce María, como dices esas cosas! – la reprendió su madre sonrojada, imaginándose la clase de visita a la que se refería su hija.


- Dul vámonos, sino Mai nos va a estar regañando por llegar tarde todo el día... – le dije agarrándola suavemente por un brazo – ¡ bye Alma! – me despedí abriendo la puerta principal


- ¡Hasta luego muchachos! – se despidió Alma entrando en la cocina


Dul y yo salimos de la casa y nos quedamos parados contemplando mi moto. A los dos nos encantaba, quizás no por la moto en sí, sino por los recuerdos que nos traía. Aquel verano yo tenía 16 años y ella solo 14, estábamos hartos de oír a Chris fanfarronear de su super moto, que si era el último modelo de la marca Honda, que si la habían hecho casi exclusivamente para él...


Así que yo me puse a trabajar para conseguir algo de dinero y poder comprarme una moto, aunque no solo para atropellarle y que se callase, ese siempre había sido uno de mis sueños, amaba las motos, pero con lo poco que ganaba me hubiese llevado años ahorrar todo lo que me hacía falta. Entonces Dul me ayudó, conseguía dinero de donde podía, trabajaba de canguro, le hacía recados a su mamá... y en unos meses logramos conseguir el dinero para comprarla. De ahí que entre nosotros le llamemos "nuestro bebé", nos dio tanto trabajo sacarla adelante como criar un hijo (más o menos).


Pero el momento de reflexión duró poco, miré mi reloj. Las nueve menos cinco. Iba a estar justa la cosa.


- ¿Te importa que pasemos de los 200 por hora? – le pregunté sonriendo


- No seas fanfarrón, sabes que la moto no da eso ni cuesta abajo – me retó cogiendo el casco azul que le tendía


- Vamos a verlo – le contesté a modo de desafío. Mi moto era mi posesión más preciada, no iba a dejar que nadie la pusiese en evidencia.


Me subí en la moto después de ponerme el casco yo también (no era solo por mi seguridad, era por un cúmulo de factores, como el que mi madre me estuviese fregando todo el tiempo si no lo hacía y "la cara de tonto que se me ponía con la velocidad", palabras textuales de Giovanni, era mejor llevarla cubierta). Dul se subió detrás de mi, rodeó mi cintura con sus brazos y se aferró fuertemente a mi como si temiese caerse, sabía que lo de los 200 kilómetros no iba en broma y prefirió prevenir. Sonreí con malicia y prendí la moto, su rugido me motivó y cuando me di de cuenta, ya estábamos dejado atrás la casa de Dul, quien yo sabía que en el fondo se lo estaba pasando en grande, le gustaba la velocidad tanto como a mi. Solo deseé que mi mamá no estuviese mirando por la ventana, o seguramente me echaría una buena regañina al volver a casa, el que yo ya fuese mayor de edad era algo que ella nunca llegaría a asumir, creo que para mi madre siempre tendré ocho años.

Hola niñas.. disculpen que ayer no pude subir capítulo, pero tranquilas que hoy les dejo dos...  Me encantaría ser Dulce en esa moto!!! Sigan leyendo...

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora