Capítulo 123 "Poniendo tierra de por medio"

279 14 0
                                    

El reloj que coronaba la cima de una de las paredes de la sala de espera del consultorio nunca me había parecido tan odioso. Las agujas parecían dar un paso adelante y dos atrás. Doce de la noche. Doce y un minuto. Doce y dos. Doce y tres. Doce y cuatro... y así esa aguja negra y más larga que las demás siguió avanzando con pereza. Creí volverme loca. Ni siquiera entendía como los demás eran capaces de sentarse.

Notaba la mirada de Giovanni fija en mi nuca, mientras yo paseaba de un lado a otro, cual hombre que espera en el hospital al nacimiento de su hijo. Me abrazaba a mi misma con fuerza, tratando de mantener la culpa fuera de mi cabeza, o me aplastaría en ese momento. Maite y Diego se habían sentado frente a él, y ella le consolaba, puesto que Derrick era su mejor amigo. Ninguno dijo nada después de que explicara brevemente lo ocurrido, omitiendo ciertos detalles que no me dejaban en buen lugar, pude ver que Diego no me culpaba, pero no podía decir lo mismo de Maite, quien me echaba disimuladas miradas – supongo que era lo que ella creía, más bien -, como si quisiera hablar conmigo pero no encontrara el momento o el valor. Quizás ambos.

Aarón, por su parte, había decidido hacerse cargo de Poncho. Mejor. No sabía como enfrentarme a él en ese momento. Ni siquiera sabía si podría volver a mirarlo alguna vez a la cara sin ver al salvaje que había estado a punto de matar a Derrick. Se me cerró la garganta solo de pensarlo. Porque él no hubiera reaccionado así si yo no... no, no, no era momento para eso. Más tarde.

Escuché un ruido cercano a la puerta. Volteé la cabeza con violencia, esperando ver a Antonio o a Elisa salir. La madre de Maite se había reincorporado ese mismo día a su trabajo y ya estaba haciendo trabajos nocturnos. Pobre. Sin embargo no salió nadie por esa puerta. Solté el aire lentamente, notando mis músculos de gelatina otra vez. ¿Cuánto tiempo más iba a durar esto?

De pronto el sonido de un celular volvió a ponerme los pelos de punta.

- Es el mío – musitó Giovanni, palpando en su trasero. Sacó el p.in.che cacharro -, ¿bueno? Es Aarón – vocalizó para nosotros. El corazón me dio un vuelco -, ¿vienes para acá? Si, aquí todo está igual, todavía no nos han dicho nada. Si, si hay algo te aviso, bye – y colgó. Jamás le había visto tan serio.

- ¿Te dijo algo de Poncho? - se interesó Maite. Escuché atentamente.

- Está en su casa, no sé nada más – respondió encogiéndose de hombros. Al menos parecía que la tensión entre esos dos había desaparecido. Bueno, más bien la de él, ella nunca había tenido ningún problema, solo hubiera sido así de llamarse Dulce.

- ¿Chavos? - surgió la voz del doctor al mismo tiempo que la puerta se abría.

Me llevé una mano al cuello, notando así los desbocados latidos de mi corazón. Y solo podía pensar una cosa <<que esté bien, por favor, que esté bien...>>.

- Le hemos hecho unas pruebas y parece que no hay de qué preocuparse. Sin embargo, por precaución, ya he mandado llamar una ambulancia para que lo lleven al hospital.

- ¿Por qué? - mi voz salió estrangulada y temblorosa.

- Tranquila Dulce, es solo para asegurarnos. Mis aparatos no son todo lo modernos que yo quisiera...

El doctor Zaldívar contaba con ciertos aparatos de los que carecerían consultorios de pueblos más grandes que el nuestro. La razón era que estábamos a una media hora del hospital más cercano, y los tenía para casos urgentes. Como este.

- ¿Podemos verlo? - preguntó Diego.

- Claro, está desorientado pero consciente – asintió el doc, mirándome solamente a mi.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora