Capítulo 102 "Déjalo"

398 23 16
                                    

Me moví ligeramente, tratando de buscar esa posición cómoda que nunca llegaba. Había dejado caer la cabeza sobre el frío vidrio, tratando de aliviar algo el dolor de cabeza mientras los analgésicos no me hacían efecto, pero no había dado mucho resultado. Llevábamos casi una hora de viaje, había anochecido y cada kilómetro que nos alejábamos del refugio del doc, nos acercábamos a mi propio infierno particular. Había estado bien desconectar por un día de todos los problemas, limitándome a pasear con Derrick por hermosos jardines y bromeando con él, a pesar de alguna que otra conversación lacrimógena. Además, me había encantado conocer al doctor House. Luego de que Derrick se fuera a recoger el carro habíamos estado hablando sobre mil cosas, sobre todo de como funcionaba lo de su "obra de caridad", aunque no me había explicado el motivo exacto por el que había empezado. No terminaba de creer que simplemente fuera un filántropo.

Pero ahora tenía que regresar. Seguramente estarían enojados conmigo, aunque no les importara realmente, tenían que mantener las apariencias. Bueno, a algunos como a mi madrina si les importaría de verdad. Odiaba haberle hecho eso a Elena, y la tentación de llamarla había sido enorme cada vez que recordaba que me había tratado como su hija, mostrándome mucho más cariño de lo que había hecho mi madre nunca. Pero no lo había hecho por el mero hecho de no querer hablar con Poncho a toda costa. Puede que fuera una chiquillada, pero si había todavía algo en él que se preocupara por mi, quería que sufriera imaginándose lo peor. Que tampoco había estado muy desencaminado la verdad, si fuera por Abril...

- Creo que podemos hablar de un nuevo récord – quebró el silencio del coche la voz de Derrick.

- ¿Qué? - pregunté, restregándome los ojos con una mano. Parecía increíble que pudiera estar cansada después de todo lo que había dormido ese día.

- Llevabas más de veinte minutos sin hablar – explicó con aire burlón.

- Pensaba en la mejor forma de repartir mis bienes para hacer el testamento antes de entrar en casa – bromeé, enderezándome ligeramente en el asiento.

- Fácil, déjaselo todo a... no sé, ¿a la persona que tengas más cerca ahora mismo, por ejemplo? - sugirió con aparente desinterés.

- ¡Qué gran idea! - fingí emocionarme.

- Ya, en serio... seguro que la alegría por verte les hará olvidar todo lo demás.

- ¿De verdad lo crees? - pregunté con vacilación.

- No, pero es lo que se supone que debería decir en este caso – se encogió de hombros. Gemí lastimeramente. El peso de lo que había hecho empezaba a caer sobre mi como una pesada losa.

- Nunca has dicho lo que deberías decir, ¿por qué fregados empiezas ahora?

- Quería saber que se sentía.

- ¿Y bien?

- Ni de lejos es tan divertido como decir la neta – sentenció con una seriedad que casi me hace soltar una carcajada.

- ¿Y cuál es la neta?

- Estarán muy enojados y te gritarán hasta que te sangren los oídos, por lo menos.

Lo peor era que era cierto, por lo menos hasta lo de sangrarme los oídos. Esperaba que no llegáramos a tanto.

- No me siento mucho mejor – suspiré, encogiéndome. Había empezado a tener frío, a pesar de que me había puesto mi chamarra por encima de la ropa que Derrick me había conseguido.

- Raramente uno se siente mejor con la verdad.

- ¿Por qué no te llamaron Sócrates? - pregunté, haciendo alusión a esa faceta suya tan filosófica.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora