Capitulo 29

349 19 5
                                    

Me desperté con la sensación de que había dormido en un ring de boxeo. Bueno, ya la noche no había empezado bien, porque dos horas después de acostarme había tenido que levantarme de nuevo a tomar un calmante por el dolor de la mano. Eso sí, lo peor vino con una patada que me dio Mai justo en el pie que tenía convaleciente, en ese momento creí que me lo había arrancado de raíz, jamás había sentido un dolor tan intenso. Y aunque sabía que estaba dormida y que no era su culpa, puesto que no controlaba sus actos, no pude evitar la tentación de responderle con una patada en la pierna, aunque no se despertó. A pesar de todos estos contratiempos, al fin logré conciliar el sueño, hacia las seis de la mañana, por lo que no me hizo mucha gracia que Mai llegase a las diez y media a despertarme.


- ¡Buenos días floja, arriba! – me saludó con energía sacudiéndome un hombro.


- Mai, vete a fregar a otro lado... - le espeté con voz pastosa mientras giraba la cabeza para no verla, pretendiendo que no estaba.


- Dul, no seas así, tengo un súper desayuno esperándote abajo, además ya es bien tarde, que estemos de vacaciones no quiere decir que tengamos que dormir hasta la tarde – y sin más, agarró mi cobija y me la quitó.


- Para mi si – la contradije con los ojos cerrados.


- Como quieras... - se rindió cubriéndome de nuevo con la cobija.


Me acurruqué de nuevo sobre un costado, suspirando feliz y esperando que Mai me permitiese dormir por lo menos hasta las diez de la noche, cuando de pronto añadió.


- Híjole, que mal que tengamos que desayunar Poncho y yo solos, pero ni modo, si no te quieres levantar... - si, ya sé que era una burda artimaña para que me levantase, no crean, pero la mención de Poncho hizo que se me evaporase el sueño de golpe.


- ¿Dónde está Poncho? – pregunté sentándome rápidamente en la cama.


- Abajo esperándote para desayunar, pero no te preocupes, yo le digo que la señorita es demasiado floja como para bajar a verlo... - y después de esta frase insinuante, hizo el amago de irse.


- ¡No, Mai, espera, ya se me pasó el sueño, yo también quiero bajar, ayúdame! – le pedí mientras me quitaba la cobija de encima.


- Ah, ¿o sea que conmigo no y con Poncho si? – fingió ofenderse mientras cruzaba sus finos brazos sobre el pecho, a lo que respondí poniendo carita de pena, obvio también fingida – era broma amiga, pero mejor espera, le aviso a Poncho de que al fin conseguí arrancarte de la cama y que él suba para ayudarte, ¿no?


- Casi si, ¿Qué tal que me caigo por las escaleras y me parto la cabeza? Ya es lo que me falta esta semana... - mientras, me imaginé toda cubierta de vendas, como si fuera una momia.


- Dios no lo mande... - se espantó – por eso, mejor te traigo a Poncho, espéranos aquí y no intentes bajar tu solita ¿eh? – me advirtió, a lo que asentí completamente de acuerdo, con la suerte que yo no tenía no era como para tentarla, aunque no debió de quedarse muy convencida, porque añadió – júramelo Dulce María.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora