Capitulo 26 (Dul)

358 22 5
                                    


Dios, no recordaba haber llorado tanto en mi vida... por eso me alegré infinitamente de estar sola, parecía que eso era para lo único que había tenido suerte ese día, mi mamá había tenido que ir a ver a mi abuelita porque se había torcido un tobillo o algo así, por lo que estaría fuera del pueblo unos dos o tres días, y Mai, que tan pronto había conocido mi "desamparo" se había ofrecido a quedarse conmigo, estaba abajo preparando la cena, y es que si hubiéramos tenido que sobrevivir con lo que yo cocino, habrían encontrado nuestros cadáveres desnutridos. De Ucker fue más fácil deshacerme, bastó con agradecerle el viaje y cerrarle la puerta en las narices y los demás... pues Annie me marcó pero después de rogarle que no viniera, pareció convencerse, aunque supongo que el que Aarón tuviera la noche libre también influyó.


Me abracé a Chip, mi ardilla de peluche, en un intento de consolarme, pero al ver la ardilla aún me puse peor... no podía entender porque de repente me rechazaba, y para rematarla me sentía mal por como lo había tratado por la tarde, así que estaba claro que hiciera lo que hiciese me sentiría mal, si trataba de acercarme a él me sentía mal por su rechazo, y si trataba de mantenerme distante me sentía mal por hacerlo sufrir. Si es que la que nace tarada...


Hundí mi cara entre los almohadones deseando asfixiarme, mientras poco a poco iba calmándome... si total, llorando no iba a solucionar nada, por lo menos ahorrar agua... o eso era lo que decía Giovanni. Sentí como se abría la puerta y sabía que era Mai, que seguramente ya habría preparado la cena, pero no tenía ganas de comer...


- Mai, gracias pero no tengo hambre... – le dije con un hilo de voz. Por eso no suelo llorar (aunque no se lo crean) no me sienta bien, después me quedo casi sin voz.


- No... no soy Mai – contestó alguien que hizo que por poco se me saliese el corazón del pecho.


Me medio incorporé como pude, apoyándome sobre mi mano buena hasta quedar sentada en mi cama, y vi a Poncho de pie junto a la puerta con expresión de culpabilidad, y justo detrás apareció la cabeza de Mai.


- ¡Maite! – protesté haciendo caso omiso de Poncho.


- Ay Dul, lo siento, ya sé que es tu casa y que no debería haberlo dejado entrar así, pero en serio tienen que hablar, si cada vez que te peles con él te vas a accidentar no creo que llegues a cumplir los dieciocho – afirmó mirándome también con culpabilidad.


- Tienes suerte de que estoy medio tullida, si no te ibas a enterar – la amenacé alzando una muleta.


- Este, yo... tengo que ir a ver si ya terminó el horno – se excusó Maite y de un plumazo desapareció.


- ¡NO HUYAS COBARDE! – le grité enojada.


- ¿Podemos hablar? – preguntó Poncho seriamente.


- Yo no tengo nada que decir – declaré con toda la indiferencia que pude.


- Pero yo si... – me contradijo avanzando hasta quedar al lado de mi cama- ¿Me puedo sentar?

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora