Capítulo 93 "Cuestiones no verbales"

335 19 10
                                    

Mientras empujaba la puerta para entrar, no podía evitar pensar en que mi madre había bebido durante el embarazo, si no no podía explicarse mi comportamiento. En aquella fiesta suficientes personas que me odiaban para formar un ejército, y en la mayoría de los casos, el sentimiento era recíproco. De hecho, en ese momento, el único con el que me apetecía entablar conversación de la fiesta era con Christian. Podría preguntarle por su primo, por ejemplo. Aarón me había dicho que había intentado hablar con él pero que estaba intratable, cuando aparecía mi nombre o el de Maite en la plática se cerraba en banda. Claro, obviamente Maite todavía no había hablado con él, ocupada como estaba con su novio. Hablando de los reyes de Roma, seguían en el mismo rincón de antes y en la misma postura. Solo había cambiado la mano de él, que intentaba deslizarse bajo la falda de ella, y la mano de Maite se afanaba en apartarla de allí. Por lo menos algunas cosas no habían cambiado.

Omitiendo los apuros de mi amiga por mantener su honor a salvo, traté de localizar a Abril en la fiesta. Supongo que había bastado una intimidatoria mirada de la suyas para que la dejaran pasar, aunque no dudaba de que llegara a métodos menos... legales, si quería entrar. En honor a la verdad, me daba algo de miedo como pudiera reaccionar Aarón si la veía. Y Annie. Si estaba enojada conmigo porque creía que le quería quitar a Aarón, como se pondría con Abril que había salido con él durante meses. ¡La mataría!

- Hola nena – escuché tras de mí. Me estremecí como si en vez de una voz, hubiera visto a una pitón acercarse a mí.

Cuadré los hombros, eché mi buena dotación hacia delante y compuse una mueca de arrogancia que tan de acuerdo iba con ella. Volteé lentamente, como si fuera a desvanecerse durante ese tiempo. Pero no ocurrió. Cuando estuvimos cara a cara, el pérfido rostro de Angelique seguía allí.

- Hola – respondí algo seca.

- ¿Te lo pasas bien? Digo, como te veo aquí tan solita... – comentó con fingida preocupación. Suerte que no llevaba un vaso en la mano, o se lo habría vaciado sobre ese pinche vestido rojo que tan bien le quedaba y tan caro parecía. Yo para comprarme algo así tendría que vender un riñón y el hígado.

- Igual tú. ¿Donde dejaste a tu novio? - pregunté con una sonrisa tan falsa como las monedas de chocolate.

- Creo que eso es algo que no te importa – me soltó, eso si, con un tono amable como quien que me estaba ofreciendo algo de beber.

- Tampoco creo que te importe a ti mucho, o por lo menos eso parecía en la cocina – le regresé el veneno.

¡Mierda! ¿Por qué había tenido que haber dicho eso último? Si tenía razón Abril, lo de no callarse era una problema grave.

- Ah, así que nos viste – entendió, con una enorme satisfacción. Casi ronroneaba.

- Si - ¿para que negarlo, si ya me había delatado?

- Bueno... Ucker no tiene porque enterarse de que Poncho me besó, ¿no? - dijo de una manera que, parecía, quería ser cómplice.

Analizando la oración "Poncho me besó", Poncho era el sujeto, es decir, quien realizaba la acción del verbo besar. Bien, el significado pues era que Poncho había iniciado el verbo. ¡P.i.n.c.h.e desgraciado! ¿Pero qué demonios le pasaba, tantos años reprimiendo sus hormonas le había sentado mal y ahora no controlaba su libido o qué?

- Claro – asentí con una sonrisa torcida.

- No quiero problemas Dulce, mejor que sea nuestro secreto. Además, debemos pensar en Ximena – fingió preocuparse.

- Me imagino que era en quien más pensabas cuando se besaron, en Ucker y Ximena – dije con sarcasmo.

- Aunque no lo creas no soy de esas Dulce, fue un arrebato – se hizo la digna. Estaba a cero coma dos segundos de aventarme encima de ella.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora