Capítulo 159 "Shrek".

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Dulce


Parpadeé varias veces. Era una de esas situaciones en las que tú sabes que estás en un sueño, pero a la vez no lo sabes. Digamos que lo intuyes, porque es tan surrealista que no puede ser real. Estaba sentada en el coche, con Abril. Bien, punto uno, jamás me hubiera sentado por propia voluntad en el coche de esa loca de nuevo. Segundo punto, Abril estaba a punto de estirar la pata, así que no podía estar manejando como si nada. No había más puntos.

- ¿Qué hacemos aquí? - le pregunté, sin temerle. Es que no podía ser real.

- Despedirnos, digamos.

- No me gustan las despedidas – repliqué al instante.

- ¿Ni siquiera de mi? - me preguntó con desdén.

La miré. No se parecía nada a la imagen desquiciada que tenía la última vez que la había visto. Era como la Abril de hacía años, cuando andaba con Aarón. No estaba esquelética, tenía sus curvas muy bien puestas. No vestía como una fulana, llevaba una ropa más bonita de la que yo pudiera soñar. Y su cara no parecía demacrada, era bonita, y lo hubiera sido más si no me mirara con cara de sentirse muy superior a mi.

- Buen punto – admití.

Sonrió. Y parecía una sonrisa genuina, no de felicidad, pero si de alguien que encuentra algo divertido.

- ¿Recuerdas cuando te dije que me recordabas a mi? - me preguntó.

- Si, porque después me estampaste contra un árbol – respondí con naturalidad.

- Ahora tú buen punto. Me gustaría que tuvieras algo en cuenta.

- ¿Qué?

- Como acabé yo.

- ¿Quieres decir que acabaré en Kessel?

- No, quiero decir que acabé destruyendo todo lo que quería. No hagas lo mismo.

- Es raro que me estés dando lecciones de vida zen, ¿sabes?

- El que oye consejos llega a viejo – me recordó, burlona.

- No creo que los consejos vayan ayudarme mucho en ese caso – con mi ritmo de vida era improbable que durase tanto.

- No sé, pero supongo que me hubiera gustado que alguien me lo dijera – se encogió de hombros.

De pronto todo se volvió más brillante. Irreal.

- Una última cosa. ¿Cuidarás de Aarón?

- Aclárate, o no me quieres cerca de él o lo cuido – le espeté. Sonrió de nuevo.

- Si no fueras tan zorra me habrías caído bien – repitió lo que me dijo en una ocasión. Me di cuenta de que ya no la veía como antes, parecía borrosa -. Acércate lo que sea necesario. Te va a necesitar. Cuida bien de él o volveré a patearte el trasero, escuincla.

- ¿Volver de dónde? - pregunté confundida -. ¿Abril? ¿Abril?

Empecé a llamarla frenéticamente, porque ya no podía verla. Todo estaba en blanco, solo escuchaba un murmullo de voces masculinas. Y de pronto todo se quedó negro, como si la película terminara.

Abrí los ojos de golpe y me incorporé tan rápido que la cabeza empezó a darme vueltas. Ya no estaba en un coche, estaba en el hospital y Abril ... pero si había estado hablando con ella, ¿no? Miré a mi alrededor, pero no había nadie. Estaba completamente sola. Luego escuché las voces masculinas de mi sueño, fuera de mi habitación. Me paré y me agarré a la cama, esperando que se me pasara el mareo. Conté hasta diez con los ojos cerrados. Los abrí, y nada que no se tuviera que mover se movía. Mejor.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora