Capitulo 44: "Cicatrices del Alma"

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DUL

Eran cerca de las doce cuando llegamos a mi casa. Después de toda la tarde en la casa de Mai soportando el humorcito de Chris (bueno, al final nos hartamos de él y mientras Mai lo aguantaba, Giovanni, Poncho y yo bajamos a ver una película), nos fuimos al Tequila y nos reunimos con Aarón, quien contó con lujo de detalles su cita de ese día. Fue una mezcla de sensaciones extraña, por un lado me sentí contenta de haberle rechazado porque estaba claro que lo del día anterior no había sido en serio, pero por el otro... no me gustaba que me hubiera mentido así.

Mientras Poncho tomaba algo del refri para hacerse la cena, yo subí a mi habitación, muerta de sueño, y busqué mi celular, que por no variar, me había dejado olvidado durante todo el día. Era casi como no tenerlo. Bueno, ni siquiera era el mío, el que traía me lo había dejado Mai en lo que yo no me compraba otro, pues el mío había muerto trágicamente ahogado en la tina. Pobrecito. Tenía como quince llamadas perdidas de mi madre y cuando me disponía a regresarsela, vi un mensaje de texto. Lo abrí y era de ella. Desde que había aprendido a enviarlos no perdía oportunidad de demostrarlo. Lo abrí mientras sonreía. Me decía que estaba bien, me preguntaba como estaba yo y me recordaba que comiera bien. Dejé el celular sobre el buró decidiendo devolverle la llamada al día siguiente, preguntándome cuanto tiempo le tomaría a mi abuela curarse. Solo años después me enteré de lo idiota e ilusa que había sido.

Me senté en la cama completamente exhausta y cerré los ojos, encontrando un poco de paz después de un día bastante agitado. Sentí los pasos de Poncho detenerse justo enfrente de mi habitación.

- ¿Un día duro? - preguntó desde el corredor.

Abrí un ojo y allí estaba él, contemplándome con una sonrisa y los brazos cruzados sobre el pecho. Dios... ¿siempre había sido tan increíblemente guapo? Me reprendí mentalmente por ese comentario, pero eso no quitaba que no fuera cierto. Ojalá y no durmiera en mi cama esa noche o no podría resistirlo, era demasiada tentación...

- Bastante – admití abriendo el otro ojo.

- Será mejor que duerma en el sofá, tu cama es demasiado pequeña y a parte como nuestras madres se enteren... ya sabes – terminó un poco incómodo. Me sentí agradecida de que lo hubiera propuesto, pero a la vez un poco contrariada, pues nunca le había molestado dormir conmigo. Decidí creer que era por las razones que el había expuesto y no porque hubiera notado nada raro en mi comportamiento o... no hubiera estado dormido durante mi exploración de sus pectorales.

- Si, claro – asentí tratando de aparentar normalidad – te diría que usaras la cama de mi mamá pero...

- No, es igual, no te preocupes... hasta mañana ardilla – se despidió entrando para besarme la frente.

- Hasta mañana – respondí mientras él se iba y cerraba la puerta tras de sí.

Suspiré mientras me levantaba para desvestirme, usando mi mano izquierda con mucho cuidado. Una vez puesta mi pijama, cepillados los dientes y atado mi cabello en una cola de caballo, me acosté y me acurruqué bajo mis cobijas. En ese momento recordé mientras me estremecía esa misma mañana, como mis manos se deslizaban sobre el torso de Poncho en aquel mismo lugar... y me dio miedo mi propia reacción, ¿por qué había actuado así? Suspiré recordando su tacto duro y me di media vuelta, mirando hacia el lado opuesto de la habitación. A lo mejor era que llevaba mucho tiempo sin novio y claro, una tiene sus necesidades... no, era una explicación absurda. De pronto vino a mi mente lo que me había dicho Mai "¿Recuerdas por qué empezaste a salir con Óscar?" si, por estúpida, pero a parte de eso... no entendía a que se había referido con esa pregunta y menos que tenía que ver con Poncho.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora