Capítulo 127 "Nada que perder"

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Dulce


Resulta que el paseo del río estaba bastante cerca de la casa de Gonzalo, por lo que esa elección no había sido producto del azar, Diana era adicta a las fiestas, y seguramente tenía idea de que nos pasáramos por allí después de nuestra catártica charla. Nos encontramos allí a las nueve de la noche, después de que ella se hubiera pasado la anterior hora preparándose. Yo, por mi parte, había dedicado mucho menos tiempo a mi arreglo personal y más a mi estómago, pues llevaba todo el día con un mísero jugo de naranja. Con la velada amenizada por la música de fondo que provenía de la fiesta en cuestión, Diana sonrió como tarada a su celular por última vez antes de apretar uno de los botones y guardarlo en su micro bolsa. La miré con cierto desdén, pero, para ser sinceras, me daba algo de envidia verla tan ilusionada.

- ¿Ya? Cuidado, ahí hay un charco de baba – señalé al piso con el índice.

- Y hablando de mala baba ... - se burló ella -. Mateo está advertido, nada de molestarme durante un buen rato.

- Lo tienes bien amaestrado – tuve que reírme. Lo había dicho como si fuera su dueña.

- Que remedio le queda, si quiere la recompensa luego...

- Demasiada información, gracias – la corté. No es que hubiera mucho que pudiera escandalizarme teniendo a Aarón como amigo, pero no quería detalles.

- Y hablando de información, ¿te he dicho que después tenemos una fiesta, verdad?

- Si, ¿por qué? - me extrañé. ¿A qué venía eso?

- Porque he visto vagabundos más arreglados.

Observé mis jeans negros totalmente corrientes, el top morado bastante recatado y las sandalias casi planas. Si, había tenido tiempos mejores.

- Déjalo, ir arreglada ya me ha ocasionado demasiados problemas – le aseguré, recordando la fiesta del Tequila.

- Lo que supongo que nos lleva a los problemas que me decías antes – y ahí dejó el tema de la arregladera por el momento. Mejor.

- Más o menos. Aunque primero podrías contarme como pasaste de abrazar a tu osito de peluche a dormir con él – ataqué sin sutileza. Supongo que ese siempre sería mi punto débil, la carencia total de cualquier tipo de sutileza.

- Dormir, compartir cama... llámalo como quieras – se rió.

Eso me gustaba de ella. No era como Maite, podía hablar de esos temas con total naturalidad, no se sonrojaba ante cualquier frase con una ligera connotación sexual. Ni siquiera yo, con mis antecedentes, era tan rígida con ese tema. O quizás en cierta forma no lo era por lo mismo que me acercaba a los chavos, para desviar la atención todo lo que podía.

- El caso es... empezó por algo bastante tonto la verdad. Él empezó a salir con alguien – confesó, mientras ambas caminábamos por un camino de arena a la rivera del río.

- ¿Mateo? - me sorprendí. Para mí era algo así como que Giovanni saliera con alguna vieja.

- Sip. No la conoces, se llama Raquel, vino el año pasado nueva del DF.

- Malditos chilangos – murmuré. Yo más bien pensaba en Ximena, pero ella me sonrió, pensando que me refería Raquel.

- Ni tanto, ¿eh? Es buena onda, pero en el momento en el que vi que le pasaba los brazos alrededor a Mateo... se los hubiera arrancado de cuajo – asintió con cierto rencor todavía en sus palabras.

- Menos mal que es buena onda....

- Lo sé, fue una reacción extraña, y ni creas que a mi no me sorprendió. De todas formas lo dejé pasar, yo por aquel entonces estaba con Gonzalo y asumí que sería algún tipo de instinto natural de protección.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora