Dulce
Un día más tarde, había cumplido mi palabra y allí estaba, con Diana, bajando del taxi frente al lujoso edificio en el que vivía Annie. No es que me trajera buenos recuerdos precisamente, la última vez que había ido allí de fiesta, había terminado de excursión nocturna más o menos voluntaria con Abril. Pero lo prometido es deuda, o eso dicen. Aunque eso era todo en lo que había cedido.
En lo que concernía a mi viaje, al día siguiente, seguía en pie. Las valijas preparadas justo al lado de la puerta, la habitación arreglada y colocada como hacía tiempo que no estaba, con lo indispensable fuera de los cajones o cajas. Hasta había hablado con mi abuela para que fuera a recogernos el día siguiente. Todo estaba a punto. Aunque, para bien o para mal, el destino nunca se adapta a nuestros planes.
Diana esbozó una brillante sonrisa al ver el sitio. Estaba en su salsa, con un vestido fucsia con una sola manga, negra, a juego con los vertiginosos zapatos. Envidiaba su facilidad para andar en tacones, yo me defendía, pero mientras ella parecía haber nacido con ellos, yo parecía en un permanente camino de descenso al infierno, lleno de sufrimiento y tropiezos poco o nada honrosos. Se colocó el cabello, alisado a conciencia, y me miró con cierto desagrado, como en aquella fiesta de Gonzalo. Revisé mi atuendo, que no era nada del otro mundo, top negro de tirantes con alguna lentejuela pero sin demasiado escote, mis mejores y más caros jeans y unos botines negros que ya habían visto tiempos mejores. Cabello liso, pero porque me agarró desprevenida y cuando me quise dar cuenta, ya tenía su plancha de última generación sobre mi pelo y no podía correr. Por mi, me hubiera hecho una trenza a un lado y tan contenta.
- Si tenías miedo de que alguien se te acercara, tranquila, entre tu ropa y tu cara, apestas a monja – me recriminó, cerrando de golpe la puerta del taxi.
- Gracias – dije con acidez.
Justo frente a nosotras, Chris, fumando un cigarro. Dos puntos a señalar; uno, estaba solo, y dos, lo suficientemente ebrio como para no tambalearse. Eso era más raro aun que yo apestando a monja.
- Ve subiendo tú, me quedo con este un rato – le señalé a Chris cabeceando hacia él. Pensé que rezongaría y que preferiría quedarse por si se me ocurría algún plan de huida, sin embargo, y sin que sirviera de precedente, se fió de mi palabra.
- Está bien – y después de saludar con un breve movimiento de mano a Chris, subió, contoneando su pequeño trasero. ¡Pero si tenía novio!
- Hola – saludé, dejándome caer contra la pared, como él hacía.
- Hombre, la desaparecida – exclamó con el cigarro todavía en la boca.
- Más bien creí que habías desaparecido tú entre las boobies de alguna – repliqué, tendiéndole una mano. Entendió perfectamente y me pasó un cigarro.
- No estaría mal ... - rió con malicia -, he oído que te vas.
- Si, adiós mundo cruel – suspiré, tendiéndole ahora el cigarro. Volvió a entender y buscó su encendedor.
- Lástima, siempre he opinado que tus pompas son las mejores del pueblo – respondió, prendiendo mi cigarro.
- Lo tomaré como un "te echaré de menos".
- Más o menos.
Le di una calada, sintiendo como las pocas ganas que tenía de subir se desvanecían como el humo del cigarro que ascendía hasta convertirse en algo invisible.
- ¿Qué haces aquí solo? - me interesé al cabo de un minuto.
- Me aburría arriba, tanto arrumaco me produce náuseas – dijo con desdén. Me sorprendí. A ver, Maite y Diego estaban empezando y estaban en la fase empalagosa, pero tanto ...
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Un Verano para Recordar
RomanceEsta historia es una de las mejores que he leído, y me he leído muchiiiisimas.. La escribió una chica de España que se llama Miri (en el Foro de Univisión su usuario era chukypollito) y es simplemente hermosa, cuenta la historia de amor de Dulce y P...