Capitulo 51: "Celos y Babas"

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MAITE


Removí la comida en silencio. No tenía demasiado apetito, mi alegría por el regreso de mi papá se había desvanecido tan pronto él y mi mamá se habían retirado, dejándome sola con Dul. Es que la tristeza que emanaba mi amiga era palpable a kilómetros de distancia. Escuché el tintineo del tenedor tocando el plato, alcé la mirada y vi que el plato de Dul estaba intacto.

- Siempre te ha gustado la comida de mi mamá – comenté con fingida jovialidad. Alzó la cabeza mientras dejaba el tenedor sobre la mesa.

- No tengo hambre – murmuró con apatía.

- Dul, tienes que comer algo – le ordené débilmente.

- Mai, dale las gracias a tu mamá de mi parte y dile que todo estaba delicioso como siempre – me pidió parándose lentamente. No supe como sabía que la comida estaba deliciosa si ni la había tocado.

- Claro, ¿pero a donde vas? Creí que el ensayo no era hasta las seis – contesté mirándola confundida.

- Si pero quiero pasar antes por mi casa – repuso yendo hacia la puerta de la cocina. La miré con preocupación y pude notar el soberano esfuerzo que hizo para sonreírme – no te preocupes por mi, voy a estar bien.

- ¿Seguro? - insistí con cierta ansiedad.

- Si mami Mai, cuando salga del ensayo te hablo para vernos en el Tequila ¿ok?

- Ok, mucha suerte Dul – le deseé con fingido entusiasmo.

- ¡Mai no digas eso, da mala suerte! – exclamó asomándose de nuevo a la cocina.

- ¿Mala suerte? - aventuré. Pero tampoco me parecía muy bien desearle eso.

- Dejémoslo – negó con la cabeza, yéndose de nuevo – ¡bye!

- ¡Bye Dul! - grité apartando el plato de mi. Tenía algo más importante que hacer.

Corrí hasta mi habitación y me puse los tenis. Por un momento pensé en agarrar una chamarra, pero estando como estábamos a principio del verano, no me pareció necesario. Salí corriendo de mi habitación y justo en ese momento me topé con mi papá. Automáticamente me abalancé sobre él para abrazarlo. Nunca podría evitar echarlo tanto de menos durante sus viajes relámpago.

- ¿A donde vas tan apurada? - se sorprendió.

- Tengo que ir a ver a Poncho – expliqué rápidamente.

- ¿No crees que a estas horas estará comiendo?

- Pero es urgente papá – insistí. Me miró confundido, no era normal en mí ser tan impulsiva.

- ¿Tiene algo que ver con Dul? - entendió mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

- Pues si, digamos que... se pelearon, y quiero ver si puedo ayudarlos a que se arreglen – resumí. Exactamente peleados no estaban, pero bueno...

- Me complace mucho que tu y Dul se lleven tan bien, me da mucho gusto de verdad – comentó con una sonrisa triste. Siempre se había sentido algo culpable porque sabía que yo hubiera querido tener más hermanos, o al menos eso creía yo.

- Pues si, Dul es como mi hermana la pequeña y alocada, así que tengo que ayudarla – afirmé con vehemencia alzándome en las puntas de los pies para besarle una mejilla – hasta luego papi.

- Adiós Mai, cuidate por favor – le escuché decir mientras bajaba las escaleras.

Metí en mi pequeña bolsa las llaves de la casa, a pesar de que no tenía pensando regresar demasiado tarde y salí rápidamente. Pensé en ir en bici, pero me tomaría demasiado tiempo, al principio del verano siempre me pasaba igual, estaba desacostumbrada después de todo el invierno sin hacer otro deporte que no fuera el futbol en clase de gimnasia y nada más darle tres veces a los pedales, empezaban los calambres en las piernas.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora