Capitulo 27

366 20 7
                                    

Eran cerca de las nueve y media cuando nos pusimos a cenar. Maite había preparado una carne que, aunque yo no sabía que era, tenía una pinta estupenda, lástima que yo no podía comerla, pues con la mano así era incapaz de cortarla. Por suerte estaba Poncho allí, así que mientras Mai cenaba por sí misma, yo era consentida por Poncho, quien cortaba la carne y me llevaba el tenedor a la boca, aun en contra de mi voluntad, como cuando tenía dos años.


- Ahí va el avión... - dijo riéndose mientras dirigía el tenedor a mi boca, al tiempo que yo desviaba la cara.


- ¡Ya Poncho! Estoy lisiada, pero basta con que la cortes – protesté, pero en el fondo prefería que se pasase de protector a que volviese a estar tan distante como había estado ese día.


- ¡Dejen de jugar con la comida! – nos regañó Mai al tiempo que cortaba ella en su propio plato.


Estábamos a punto de protestar los dos a la vez, cuando sonó el timbre de mi casa, y todos dirigimos la cabeza hacia la puerta.


- No se molesten, yo abro – dijo Mai inmediatamente, y antes de que ni siquiera nuestros cerebros pudieran procesar la posibilidad de contradecirla, ya se había levantado.


- ¿Crees que sea humana? – le pregunté en broma a Poncho, asombrada con tanta velocidad.


- Pues quien sabe, a lo mejor estar demasiado tiempo con Giovanni le causó efectos secundarios – aventuró olvidándose momentáneamente de darme de comer.


Inmediatamente apareció Maite acompañada de la flamante Anahí, que con tanto glamour desentonaba un poco con mi modesta cocina, y con la modesta apariencia de nosotros tres.


- Hola wera – la saludé contenta.


- Hola chicos – respondió agarrando una silla y sentándose al lado de Mai – veo que ya hicieron las paces ardillas, que bueno, no podría soportar más sangrías por hoy... - dramatizó mirando mi mano vendada.


- Yo tampoco – coincidí recordando lo larga que se me hizo la tarde en la consulta.

- Lo bueno es que ya está todo arreglado – dio por zanjado el asunto Mai – Annie ¿quieres cenar con nosotros?


- ¿Esa cantidad de grasas ahora por la noche? No gracias – dijo con la misma cara que si le hubiera propuesto un suicidio colectivo.


- ¿Cómo te fue con Aarón eh? – le pregunté a la wera recordando nuestra conversación de la noche anterior, en la que había prometido ligárselo para que me dejase en paz.


- Misión cumplida amiga – anunció muy orgullosa de sí misma, guiñándome un ojo.


- ¿Quieren que las deje solas? – se ofreció Poncho, quizás intuyendo una noche de conspiraciones femeninas.


- No – está vez fui yo la rápida, antes de que ninguna de las dos tuviera tiempo a reaccionar, yo ya había echado mi mano sana al brazo de Poncho para retenerlo.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora