Capitulo 8

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Llegué al Tequila en unos cinco minutos. Hubiera llegado antes pero un viejo estúpido que no sé donde fregados se habrá sacado la licencia, estaba obstaculizando el paso, lástima de no haberle rayado el carro! (Lo siento, cuando manejo no soy yo, el espíritu de la moto me posee).

Allí estaba Aarón, con dos o tres bobas más para la colección, mirándolo de soslayo desde una mesa y suspirando cuando sus bíceps se contraían al levantar alguna caja o simplemente por que el lo hacía a propósito. Hay que reconocer que con todo lo buen chavo que es y eso, es un poco fanfarrón a veces.

Me senté en una de las mesas normales del Tequila, no me hacía mucha gracia estar solo en nuestro refugio, me hacía sentir como un marginado social, me recosté sobre mi asiento y cerré los ojos escuchando el murmullo de la gente del bar... estaría tan bien dormir solo cinco minutos... de repente los ojos empezaron a dolerme y los párpados me pesaban como si estuviesen hechos de cemento, un minuto más y volvería a mis sueños, donde Scarlett Johansson me había estado masajeando con aceites de no se que la espalda antes de... bueno, son cosas mías, ¿no?

- ¡¡¡¡¡¡¡PONCHOOO!!!!!! – gritó alguien y, para mi desgracia, no era un grito de placer de mi querida Scarlett

Abrí los ojos con la misma cara que pone un asesino cuando se da cuenta de que el cuchillo que tenía para el asesinato de la tarde está sin afilar, giré un poco la cabeza y allí estaba mucho-músculo, mirándome con cara de suficiencia y desdén.

- Si estaba roncando mucho lo siento – le espeté de malas

- Pues la neta no tanto, pero me aburro y así todo jetón no das mucha conversación... – se burló de mi Aarón dándole la vuelta a una silla y sentándose posando sus musculosos brazos sobre el respaldo

- Vaya, gracias... – me molesté cruzando los brazos sobre el pecho y haciendo fuerza para que se notase que tenía como tres meses yendo al gimnasio

- Oye bro, pero no me has contado nada de cómo te fue en el DF, como ayer estuvimos con los escuincles por acá... – empezó el interrogatorio y yo torcí el gesto cuando oí lo de "escuincles...", no por que él lo dijese en tono ofensivo, pero me hacía sentirme como un ruco

- ¿Y que quieres que te cuente? Lo de siempre, mucha contaminación, mucha gente, mucho estudiar... – " y poca vida social" añadí para mis adentros

- Pero yo no quiero que me cuentes de eso... – protestó viéndome con cara de "¡tu sabes lo que quiero saber tigre!"

- Entonces puedo hablarte del cambio climático, híjole, no sabes como se está poniendo esto, si hasta los polos se están descongelando... – me mofé de él algo aburrido.

La neta lo del cambio climático no me importaba mucho, si con lo que me mandaban estudiar en la universidad, seguramente en un par de años habría perdido la razón y me internarían en un psiquiátrico, donde seguro habrá aire acondicionado.

- Poncho, ahora ya enserio guey, cuéntame, ¿cuántas viejas fueron? – insistió sonriendo con suficiencia. ¿¿¿¿Qué no entiende que se me da muy mal ligar???? O eso o es que si que lo entiende y quiere mortificarme...

- Aarón... – empecé pacientemente – el número "cero absoluto" – vocalicé las palabras tanto que hasta un sordo que no supiera leer los labios lo habría entendido – ¿te dice algo?

- Si... que me estás choreando ¿verdad? – me preguntó disminuyendo un poco su sonrisa

- ¿Quieres que vaya a por una Biblia y te lo jure? – pregunté sarcásticamente. ¡Como si no estuviera bastante fastidiado yo sin que este tarado le echase limón a la herida!

- Es que no me lo puedo creer, guey, ¿estás en la universidad rodeado de veinteañeras lindísimas todos los días y me quieres decir que no te has ligado a ninguna? – se sorprendió casi tanto como si acabara de confesarle que era gay.

- Aarón, la universidad no es como la pintan en las series norteamericanas, quiero informarte – le dije con acritud. ¡Ja! ¿Este que se pensaba, que todo eran fiestas, alcohol y sexo?

- Me imagino que no, pero no puede ser que no haya ni una que esté buena... – repuso tenazmente, esperando que de un momento a otro yo gritase "ok, lo admito, me acosté con diez en una noche".

- Claro que las hay que están buenas papá, loser si pero ciego no... – maticé sonriendo levemente al recordar a una morena con la que me cruzaba todas las mañanas en uno de los pasillos y que tenía una delantera infinitamente mejor que la de la selección mexicana.

- ¿Y entonces porque no te das a ninguna?- insistió en el tema. ¿Es cosa mía o es como medio intenso?

- A ver, a ver, ¿por qué tanto interés? ¿No será que... – de repente la iluminación llegó a mi adormilado pero brillante cerebro – ¿no será que me quieres desviar el tema verdad?

- Poncho, ¿cómo crees?, no empieces a alucinar barato... – contestó inmediatamente, tan inmediatamente que confirmó lo que yo había sospechado

- Pues que bueno fíjate, porque ahora me toca a mi el interrogatorio... – lo amenacé con voz grave, deseando que en ese momento alguien pusiese música de suspense de fondo, pero yo no vivía en una serie de televisión... aunque a veces me gustaría.

- Es que ahorita mismo tengo que ir atender una mesa, igual y más tarde... – empezó a excusarse mientras se levantaba

- No cuela pollo, esta es la hora a la que tu papá te da el descanso... – lo corté agarrándolo por un brazo para que volviese a sentarse

- Ok... – se rindió sentándose de nuevo – la neta... la neta si quería hablar contigo – admitió al fin dejando su actitud de suficiencia

- Hummm... pues ya me explicarás que fue lo que hemos estado haciendo los últimos diez minutos... – le dije divertido. Ahora era él el nerviosito... que se...jo... friegue, dejémoslo en eso

- Es... es... – dudó un instante – es sobre Dul – terminó al fin

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora