Capítulo 155 "Portador de malas noticias"

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Maite

Pasé al lado del guardia de seguridad, un treintañero de casi dos metros de alto por dos de ancho. Conseguí murmurar un leve <<hola>> y apuré a entrar en la habitación. No es que tuviera mal aspecto, intimidaba, pero bueno, si pareciera un osito de peluche no sería guardia de seguridad, trabajaría en un colegio, ¿no? El hombre me respondió el saludo, pero no cambió ni un solo músculo de su sitio. Podría decir que me parecía excesivo, pero conociendo a Dulce, la verdad, no. La cosa era que Andrea, después de despertarse y darse cuenta de que, palabras textuales <<la pinche escuincla se había desaparecido como el playboy del kiosko>>, decidió hablar con un antiguo "amigo", teniendo en cuenta que cada uno tiene su propia definición de amigo, que resultó ser el jefe del servicio en el que atendían a Dul, y le pidió que mandaran a alguien de seguridad. Dicho y hecho. Así que el hombre estaba en la puerta de la habitación, con la misma compostura que uno de esos policías ingleses tan chistosos con el gorro negro de pelo. Al menos este no estaba a la intemperie.

Yo, por mi parte, hacía mi turno. Andrea nos había pedido que nos turnásemos para cuidar de Dul, y aunque no dudaba de sus buenas intenciones, a ninguno se le escapaba el mensaje subliminal <<y evitar que la pinche escuincla se vuelva a escapar>>. Creo que le había tocado el orgullo la escapada de su nieta. Me había cruzado con ella y me dio la impresión de que en cuanto se sintiera mejor, Dul no se libraba de una buena regañina.

Dejé el libro que me había traído sobre el buró con sumo cuidado de no hacer ruido y despertarla, pero al parecer, no era necesaria tanta precaución.

- ¿Ya se fue mi abuela? - me preguntó, abriendo un ojo con cautela.

- Eso creo. ¿No estabas durmiendo? - me sorprendí.

- Fingiendo, más bien. No me apetece escuchar un regaño que sé que me merezco – confesó, empezando a incorporarse. De inmediato me abalancé sobre ella para ayudarla, pero extendió una mano vendada para frenarme -. No, nada de hacerme sentir como una zángana ...

- Como quieras – no me pareció mal. Era su carácter, demasiado orgullosa para su propia salud.

Me senté y observé como con esfuerzo apoyaba una mano sobre la cama y poco a poco, apoyando su mano vendada sobre el costado más magullado supuse, logró medio incorporarse.

- Ok, informe de situación – me pidió, tratando de darle un tono ligero. Pero no lo consiguió.

- Aarón está bien – fue lo que creí que más le interesaría.

- Lo sé, logré sonsacar a una de las enfermeras mientras mi abuela estaba en el baño – asintió.

- Pues poco más. Yo acababa de acostarme cuando me llamó Giovanni, que lo llamó Ximena, porque Andrea había llamado a casa de Poncho pero él no estaba ... - vi que intentaba seguir todo el lío de llamadas -, y me dijo que te habías fugado. Lo último que se me ocurrió fue pensar en Aarón. Le llamé a Annie y a Diego y nos vinimos para acá. Diego le habló a Derrick, pero no contestaba. Después habló diciendo que los había encontrado a ti y a Aarón ... y sigo sin entender nada porque Derrick se fugó antes de explicarnos que había pasado, y tú y Aarón no estaban en condiciones de responder nada.

- ¿Y Poncho? - preguntó con aire ausente. Supuse que estaría algo atontada por la medicación.

- También se fue, no me atreví a detenerle, se veía ... mal – no sabía bien como describirlo.

- ¿Mal cómo? - de pronto pareció volver en sí.

- Hundido.

Si, esa era la mejor definición de sus ojos rojos, su barba descuidada y los hombros caídos mientras desaparecía del hospital.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora