Capítulo 110 "Conociendo al enemigo"

337 19 4
                                    

Poncho


- Gracias por haberme acompañado, sé lo duro que fue para ti – le dije a Aarón, cuando estacionaba delante de su casa.

- Dudo mucho que lo sepas pero... ya, no hay de qué.

- Aarón, neta, si hubiera tenido otra opción no te habría hecho pasar por esto – me excusé, sintiéndome un poco miserable. Pero era sincero cuando le decía que, de haber tenido otra alternativa, no habría hecho eso.

- Ya, no te apures, yo sabía donde me metía, además... era por Dulce. Te habría dado un guamazo si no me hubieras avisado – trató de bromear, pero sonó demasiado forzado como para que me planteara siquiera el fingir creerlo.

- Como sea... gracias – reiteré, mientras él abría la puerta de su lado.

- ¡Nos vemos mañana!

Hice un gesto con la mano a modo de despedida y nada más abrió la puerta de su casa, aceleré a fondo para regresar a mi propia casa lo antes posible. Digamos que tenía bastante sobre lo que pensar gracias a Abril.

Si, como no me quedó de otra, recurrí a mi última esperanza para esclarecer los hechos de aquella desafortunada noche. Abril. No crean que fue fácil localizarla, pero Aarón, no sé como, se había enterado de donde estaba pasando su convalecencia, pues como ya nos había dicho Chris, había sufrido un accidente. Al parecer era la casa de un amigo de ella, allí en Kessel, aunque bueno, creo que llamarle casa a aquello era ser demasiado optimista.

Notaba a Aarón removiéndose inquieto en el coche. Habíamos decidido que, aunque era mi carro, sería mejor que manejara él, porque conocía perfectamente el camino. No lograba entender cómo, puesto que, al menos que yo supiera, Aarón solo había estado en Kessel una vez, cuando había ido a rogarle a Abril que recapacitase y regresase a Ikal. Pero claro, uno nunca acababa de conocer a una persona, y peor aun, mis amigos parecían una enorme caja de sorpresas sin fondo.

Una vez llegamos estacionamos justo delante de aquella casa medio derruida, con la pintura blanca desconchada, algunas tejas en el suelo y precedida de un pequeño espacio donde crecía salvajemente la hierba, y que supuse, antaño habría sido algo parecido a un jardín. La miré con aprensión. Hasta donde nosotros sabíamos por el informante de Aarón, Abril estaba allí sola, a excepción del cuate este dueño de la casa, pero ese solo llegaba en las madrugadas para dormir y volver a irse. Por eso había decidido subir yo solo, no quería que Aarón tuviera que enfrentarse a aquella bruja. Sacando valor de no sé donde, bajé del coche, inspirando profundamente. Aarón ni siquiera me miró, seguía tan distante como lo había estado durante todo el viaje, mirando al frente con los ojos fijos en la carretera y la mente a kilómetros de distancia, o más bien, a años de distancia, en sus felices meses de relación con Abril. Con un ligero movimiento de cabeza, que estuve casi seguro de que no vio, me despedí. Aun así, habíamos acordado que llevaría mi celular conmigo y que al mínimo problema le avisaría. Aunque llegado el momento, sería capaz hasta de ponerme a gritar por la ventana para que me ayudara.

Atravesé aquel espacio predecesor a la puerta temiendo que de un momento a otro surgiera una planta carnívora de esas de las películas y me comiera entero. Pero no habían llegado a eso aún, porque llegué de una pieza a la puerta. Quise usar el timbre, pero estaba quemado, así que golpee la puerta repetidas veces. Como no obtuve ninguna respuesta, decidí aventurarme al interior de la casa. Me sentía un poco como Indiana Jones buscando el arca perdida, aunque obviamente había ciertas diferencias. La puerta abrió con un espantoso chirrido como rogando que alguien la engrasara. Y el interior no era mucho mejor que la fachada de la casa. Muebles viejos y cubiertos de polvo era lo más lujoso que había, porque después ya eran sillas sin alguna pata, closets sin puertas...

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora