Capítulo 194 "Asuntos pendientes"

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Poncho


Me pasé los dedos entre el pelo, estirándolo de pura frustración. Era la cuarta vez que llamaba a la puerta de Aarón, y seguía sin recibir respuesta. Entendía que había pasado una mala noche, por no decir una noche de perros, pero yo estaba frente a la puerta de Derrick, llamándole, ¿no podía valorar un poco mi esfuerzo? Aparentemente, no. Aunque siendo completamente sinceros, tampoco era tanto esfuerzo teniendo en cuenta que las probabilidades de encontrarme con él eran nulas, porque se alejaba en un autobús rumbo a la excursión. Donde tendrían albercas. Y a Dul. Él y Dul, juntos en una alberca. Decidí no pensarlo demasiado o empezaría a correr detrás del autobús como uno de esos perros desquiciados que persiguen coches. Además, cuando le había dicho que disfrutara de las vacaciones, no me refería a disfrutar tanto. Más me valía que no lo hubiera malinterpretado, o peor aún, interpretado a su manera.

Resoplé, concentrándome en mi cometido, traer a Aarón de entre los muertos. Tampoco ninguno de los padres de Derrick parecían preocuparse mucho de que algún psicópata llevara cinco minutos llamando al timbre sin parar. Me metí las manos en los bolsillos y me hice una promesa a mí mismo, una vez más y me iba.

Y cuando alzaba la mano, surgió de detrás de la puerta una mujer de mediana edad, a la que la vida no parecía haberla tratado muy bien. Estaba un poco por debajo de su peso a juzgar por cómo se marcaban sus clavículas y los huesudos dedos que agarraban un cigarro encendido. Su pelo caía lacio y sin vida, agarrado en un recogido poco o nada elaborado. Sus ojos azules me miraron con desinterés, antes de alzar las cejas a modo de pregunta.

- Hola, soy Poncho, un amigo de Aarón, me han dicho que ha pasado la noche aquí – expliqué con educación. Me recodaba de una forma terriblemente perturbadora a la novia cadáver.

- Puede – habló con voz ronca, como si no hubiera hablado con nadie en varias horas -, está en la habitación de Derrick.

- ¿Puede avisarle de que estoy aquí?

- Sube a buscarle, la primera habitación a la derecha – me indicó, haciendo un gesto vago con la mano.

- Gracias – musité, empezando a andar en la dirección que me indicaba.

Empezaba a entender algunos rasgos de la desagradable personalidad de Derrick, aunque no lo justificaba, desde luego no podía ser nada fácil tener una madre con la misma voluntad de vivir que una rama.

Subí las escaleras que me había indicado, tratando de no pensar en lo raro que era, no solo el hecho de estar en la casa de mi peor enemigo, sino estar en la casa de mi peor enemigo sin él. Podría aprovechar para quemar toda su ropa, o meter todos sus calzoncillos blancos con un calcetín rojo en la lavadora... no le sería tan fácil ser el chico malo con la ropa interior rosa.

La casa de Derrick no era el culmen de los lujos precisamente. Las escaleras parecían viejas, eran de madera y chirriaban como solo en una casa encantada pueden hacerlo. Las paredes eran blancas, desconchadas en algunos sitios y sin rastro de un solo cuadro, ni un mísero incómodo retrato familiar, alguna mascota, algún dibujo suyo hecho en la más tierna infancia con toda la ilusión y nada de talento... algo que le diera algo de calor hogareño. Aunque claro, teniendo en cuenta que allí vivía "tempano de Hielo" Derrick, ¿qué calor podría esperarme?

Llegué a la puerta que me indicó la buena mujer. Esperaba no tener que insistir tanto con el sobrino como con la tía, o si no desistiría, yo podía ser muy paciente pero todo tenía un límite. Cuadré los hombros y alcé una mano, decidido. Llamé tres veces, firme, contundente, rezando porque no se abriera la puerta y se me apareciera ahorcado con algún extraño artilugio que Derrick pudiera tener en su habitación. Por suerte, no fue así.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora