Capítulo 111 "Epifanía on the beach"

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Dulce


Mientras me veía en el espejo, colocando cuidadosamente el flequillo para disimular la brecha, que si bien viéndolo objetivamente era apenas una ínfima linea en mi frente perfectamente disimulable con maquillaje, a mi me parecía como un cráter en medio de mi rostro, evaluaba mis opciones para escapar de la cena.

Opción 1: fingir una enfermedad. Era buena actuando, supongo que no me costaría demasiado. Aunque bueno, era un recurso bastante utilizado la verdad, y creo que Elena reconocería los síntomas, sobre todo por las veces que había usado esa treta para librarme de ir a algún examen. A Alma siempre la engañaba, pero Elena era más difícil de conmover con tos falsa. Siempre que estaba a punto de salirme con la mía, Alma llamaba a Elena para preguntarle si debía llevarme al doctor o no, y Elena me descubría. Bueno, que conste que bastantes veces era verdad ¿eh? Como sea, esa opción no, descartada.

Opción 2: escaparme. Impensable. Elena estaría vigilando desde su casa y por pura mala suerte la ventana de mi habitación daba hacia allá, y por la puerta delantera tampoco podía salir sin ser descubierta. ¿Dónde estaba una casa perdida en medio de la montaña cuando una la necesitaba?

Opción 3: ni modo, ir. ¿Por qué habría accedido Señor, por qué? ¿Podría ser más mensa si lo intentara? No, seguramente, no, estaba al límite.

Atusé mi pelo, orgullosa del alisado perfecto que había hecho, a pesar de que mi pobre plancha dejaba mucho que desear. Pero a falta de algo más moderno, había que emplear lo que había. Volví a colocarme el flequillo compulsivamente. Sabía que era una tontería, no iba a una recepción real, pero si tenía que competir con la "estoy-siempre-super-mona" de Ximena, lo mínimo era esforzarse. Aunque no pudiera remediar las diferencias que había entre nosotras, pues la clase de Ximena era algo que se tenía o no, y obvio, clase no era algo que yo rebosara precisamente.

Miré el reloj. Las seis de la tarde. Sería mensa. ¿Para que había empezado a prepararme tan pronto? ¡Ni que fuera a una boda! La buena noticia del día, la Caníbal no había podido asistir a mi castigo diario por "asuntos familiares". Si, supongo que estarán sorprendidos, yo también. ¿Cómo podía alguien como ella tener familia? La respuesta es simple: en el mundo tiene que haber de todo. Como conclusión de todo esto, yo había estado trabajando toda la mañana, tan rígida que Derrick me preguntó si estaba bailando la danza del robot para animar a los clientes (comentario chistosito que le valió una patada en la rodilla, y porque en ese momento era incapaz de alzar más la pierna, que si no...), y tuve toda la tarde para lamer mis heridas, en sentido real y figurado. Y punto extra, Alma no estaba en la casa. Por fin la suerte parecía sonreírme, tímidamente, pero sonrisa a fin de cuentas. Me tiré en la cama y en mi aparato de música última generación (última generación de los noventa, quiero decir) puse a todo volumen una de mis canciones predilectas; Make me Wanna Die, de The Pretty Reckless. En serio, cantar esa canción a todo pulmón me relajaba un chorro, además me encantaba la letra. Cien por cien recomendada.

Y mientras me desgañitaba en un pobre intento de imitar a Taylor Momsen, me puse a pensar, y no sé como mi mente viajó hasta Giovanni. Habían pasado varios días desde que había decidido aislarse del mundo, supuse que ya se le habría pasado el enojo, o por lo menos no estaría en alguna fase en la que peligrara mi integridad física. Y ahí fue donde decidí cual seria mi buena acción del día. Iría a arreglar las cosas con mi amigo el pollo.

Con mi vieja playera de la selección mexicana y unos shorts de mezclilla tan cortos que apenas si eran visibles debajo de la playera, me encaminé hacia Giovanni's house. Por suerte no estaba demasiado lejos de la mía, aún así no me atreví a agarrar la bici, no creía que mis músculos lo soportaran. Bah, lo peor era empezar, una vez superada la rigidez inicial, no era tan difícil.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora